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Silbano Garcia in his office. Brother Garcia is a dear friend of Joel Stephen Williams,
a preacher of many years experience in western Texas, and an experienced evangelist
who has made many preaching tours to Mexico. He and the churches with which he has
worked in the States have supported many good works in Mexico. Garcia and Williams
worked together at the Cactus Drive Church of Christ in Levelland, Texas, in the late
1980s. They also worked together on a building project in Juarez, Mexico, in 1994.
Silbano Garcia is the translator of What is Christianity? into Espanol.
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Enjoy a few pictures of Silbano Garcia, most of them with his
friends in Mexico, before you go to the text of What is Christianity?
“Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que
el mundo
no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien
salvar,
mediante la locura de la predicación, a los que creen” (1 Corintios 1:21).
“Mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1
Corintios 1:23).
“No nos predicamos a nosotros mismos
sino a Jesucristo como Señor” (2 Corintios 4:5).
Copyright (Propiedad Literaria) © 1997
Spanish translation Copyright © 2003
por Joel Stephen Williams
Todos los derechos reservados
Todas las citas bíblicas son de la Santa
Biblia:
Nueva Versión Internacional, Copyright (Propiedad
Literaria)
© 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional, P. O.
Box 522241,
Miami, Florida 33152-2241. Todos los derechos reservados.
J.C. Choate Publications
P.O. Box 72
Winona, MS 38967
Phone: 662-283-1192
Contenidos
¿Qué es el Cristianismo? 1
La Necesidad de la Salvación 3
El Salvador del Cielo. 9
El Nacimiento de Cristo. 11
La Vida de Cristo. 14
La Enseñanza de Cristo 18
La Impecabilidad de Cristo 21
La Expiación 24
La Resurrección de Cristo 30
Salvado por Gracia 34
Fe 38
Arrepentimiento 40
Obediencia 42
Libre Albedrio 43
Bautismo 46
La Vida Cristiana. 53
La Iglesia 60
Servicio y Evangelismo 68
Adoración 71
El Futuro 80
La Trinidad 88
El Espíritu Santo y los Milagros 91
Las Sagradas Escrituras 94
Resumen de Libros Bíblicos 97
Escrituras del Antiguo
Testamento 97
Escrituras del Nuevo
Testamento 100
Conclusión 103
Se recomienda al lector que obtenga un Nuevo
Testamento o una Biblia completa y que lea todas las referencias de las
escrituras hechas en este libro. Como el Nuevo Testamento fue
originalmente escrito en el idioma Griego, se citará el siguiente
diccionario: A Greek-English Lexicon of
the New Testament and Other Early Christian Literature, por Walter Bauer. Traducido y redactado por William F.
Arndt, F. Wilbur Gingrich, y Frederick W. Danker. Chicago: University
of Chicago Press, 1979. Será abreviado BAGD. La abreviatura
“cp.” dentro de paréntesis de referencia significa
“compárese.”
¿Qué Es el Cristianismo?
¿Qué es el cristianismo? El
propósito de este libro es explicar el cristianismo en forma simple;
decirle cómo puede lograr ser cristiano; explicar lo que es
necesario creer, y cómo se debe comportar como cristiano. El
cristianismo del cual va a leer en las siguientes páginas, es el
cristianismo como fue conocido y practicado en la época
apostólica del primer siglo. Realizaremos un sincero esfuerzo
de documentar con las Sagradas Escrituras toda declaración hecha
sobre el cristianismo. Lo que sigue es un esfuerzo para presentarle
el cristianismo sin tradiciones adicionales de hombres y mujeres durante
los últimos dos mil años. Aunque la mayor parte de
estas tradiciones no causan daño, algunas son erróneas y
deben evitarse.
Hoy día muchas personas se confunden sobre lo
que en realidad es el cristianismo porque lo asocian con tradiciones que
oscurecen la verdad. Tal vez usted ha adquirido prejuicios en contra
del cristianismo en el pasado por algún ejemplo inadecuado en una
iglesia; o por la vida de individuos que dicen ser cristianos. Si
esto es cierto en su caso, por favor, lea este libro y juzgue el
cristianismo por el ideal de lo que debe ser; no por el esfuerzo defectuoso
de algunos seres humanos de ser cristianos. Juzgue al cristianismo
por el modelo que nos fue dado en el Nuevo Testamento en relación a
cómo deben ser la iglesia y el cristiano. Quienes dicen ser
cristianos quizás no vivan, adoren, o enseñen como deberian
por varias razones. Quizás ignoren toda la verdad.
Quizás han sido llevados al error por enseñanzas
falsas. Quizás son hipócritas. Lo más
probable es que sean sinceros, pero han cometido algún error como
cualquier humano. Por favor, no rechace al cristianismo por el
fracaso de alguien que usted conoce que dice ser cristiano. Juzgue al
cristianismo por medio de Jesucristo. Descubrirá que
Jesucristo, el autor y fundador de la religión cristiana, no lo
decepcionará de ninguna manera. Aunque sus seguidores cometan
errores, él no fallará. Él es sin falta.
La Necesidad de la Salvación
El cristianismo es la religión de los que son
llamados “cristianos” (Hechos 11:26; 26:28; 1 Pedro 4:16).
Un cristiano es simplemente un seguidor de Jesús de Nazaret,
que es llamado el Cristo o el Mesías por aquellos que creen en
él. ¿Por qué debiéramos anhelar ser
cristianos? La respuesta a esta pregunta es que todo ser humano tiene
la necesidad de ser salvo de sus pecados. Para comprender nuestra
necesidad de ser salvos de nuestros pecados, veamos primero lo que
significa ser un ser humano responsable ante Dios por sus acciones.
Todo ser humano es mucho más que una simple
creación física semejante a un animal o bestia. Somos
creados con un “alma” o “espíritu” y por lo
tanto somos criaturas espirituales (Hechos 7:59; 1 Corintios 2:11; 1
Tesalonicenses 5:23; Santiago 2:26). En el principio Dios creó
todo (Génesis 1:1), pero al ser humano lo creó en“su
imagen” (Génesis 1:26-27; Colosenses 3:10; Santiago 3:9).
Esto significa que Dios nos creó con la capacidad de pensar y
razonar. Tenemos esta capacidad de comprender cosas espirituales y de
creer en un ser supremo a quien le llamamos “Dios”. Somos
capaces de conocer la diferencia entre bien y mal, de sentir culpa, y
también de conocer y entender las cosas que son honorables y nobles.
Somos capaces de sentir temor reverente cuando meditamos en la
grandeza de Dios. Somos capaces de adorar, y por todo el mundo, entre
todas las razas y clases de gente, el ímpetu o deseo de adorar a un
ser supremo es universal. Somos capaces de vivir vidas más
nobles imitando la perfecta santidad de Dios (Mateo 5:48; Efesios 4:21-23;
1 Pedro 1:14-16).
Cuando el apóstol Pablo predicó en
Atenas, Grecia, él alabó a los Atenienses por ser
“sumamente religiosos” (Hechos 17:22). Ellos
tenían santuarios y altares para adorar a muchos dioses. Para
asegurarse de no haberse olvidado de ningún dios, ellos edificaron
un altar: “A un dios desconocido” (Hechos 17:23).
Pablo enseguida les predicó del verdadero Dios:
El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en
él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en
templos construidos por hombres, ni se deja servir por manos humanas, como
si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a
todos la vida, el aliento y todas las cosas. De un solo hombre hizo
todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó
los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios.
Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas,
lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno
de nosotros, “puesto que en él vivimos, nos movemos, y
existimos” (Hechos 17:24-28).
Ya que Dios es nuestro creador, somos responsables
ante él (Isaías 43:7; Apocalipsis 4:11). Pablo
predicó a los Atenienses que ellos un día serían
juzgados por Dios: “Pero ahora manda
a todos, en todas partes, que se arrepientan. Él ha fijado un
día en que juzgará al mundo con justicia” (Hechos 17:30-31). Ya que Dios nos ha dado la
capacidad de pensar y razonar y de conocer la diferencia entre bien y mal,
somos responsables ante él. Pablo nos habla de gente que no
tenía una ley escrita proveniente de Dios; sin embargo, ellos
conocían “por naturaleza lo que la
ley exige” (Romanos 2:14).
Porque somos capaces de saber que Dios existe (Salmos 19:1-6; Romanos
1:19-20), y porque somos capaces de diferenciar el bien del mal, daremos
así algún día cuenta a Dios por nuestros pensamientos,
hechos y vidas (Hechos 10:42; Romanos 2:16; 1 Corintios 4:5).
La triste realidad es que todo ser humano que ha
llegado a la madurez y ha llegado a saber la diferencia entre lo bueno y lo
malo, ha pecado. El pecado es todo lo que está en contra de la
voluntad de Dios. “El pecado es
transgresión de la ley” (1 Juan 3:
4). “Toda maldad es pecado” (1 Juan 5:17). El bien y el mal no son
determinados arbitrariamente por Dios. Sino que, todo lo que es
similar o semejante a Dios es bueno y todo lo que no es semejante a Dios es
malo. Dios es amor, así que el que no ama ha pecado (1 Juan 4:
8, 16). La veracidad es buena, porque Dios no miente (Tito 1:2).
En el Nuevo Testamento hay muchas listas descriptivas de todo
género de pecado que nos ayudan a comprender lo que esto implica.
Pablo en su carta a los Romanos escribe de los pecadores:
Se han llenado de toda clase de maldad, perversidad,
avaricia y depravación. Están repletos de envidia,
homicidios, disensiones, engaño y malicia. Son chismosos,
calumniadores, enemigos de Dios, insolentes, soberbios y arrogantes; se
ingenian maldades; se rebelan contra sus padres; son insensatos, desleales,
insensibles, despiadados (Romanos 1:29-31).
Pablo también alista obras de la carne, o sea
pecados: “inmoralidad sexual,
impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio,
discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y
envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas” (Gálatas 5:19-21). Pablo menciona algunos
ejemplos de aquellos que no heredarán la vida eterna en el cielo a
no ser que se arrepientan y busquen la salvación. Estos
incluyen a los “fornicarios,
idólatras, adúlteros, sodomitas, pervertidos sexuales,
ladrones, avaros, borrachos, calumniadores, estafadores” (1 Corintios 6:9-10; cp. Colosenses 3:5-10; 1 Timoteo
1:9-11; 2 Timoteo 3:2-5; Santiago 3:14-16; 1 Pedro 2:1-2).
No podemos culpar a otros por nuestros pecados.
Pecamos porque nos entregamos a la tentación (Santiago 1:
12-15). Aunque Adán y Eva introdujeron el pecado al mundo,
nunca hemos estado obligados a pecar. Hemos pecado porque seguimos el
ejemplo de otros y porque deseamos hacer lo que es malo. Es
así como el pecado se ha desplegado sobre toda la humanidad (Romanos
5:12). Así como todos los seguidores de Cristo son salvos,
así también los que siguen e imitan a Adán en el
camino del pecado serán eternamente condenados (Romanos 5:15-21).
Hay doctrinas en el mundo religioso que enseñan
erróneamente que heredamos una naturaleza pecaminosa de Adán,
y que todos somos culpables desde el momento en que nacemos. La
Biblia nos enseña algo totalmente diferente al respecto. Cada
persona es individualmente responsable ante Dios. Los hijos no son
culpables ni condenados por los pecados de los padres, ni por el pecado de
Adán. Así también los padres no serán
condenados por los pecados de sus hijos (Jeremías 31:29-30; Ezequiel
18:1-20). Cada uno es individualmente responsable ante Dios.
Porque somos pecadores y Dios es un santo y perfecto
Dios, estamos separados de él (Isaías 59:1-2). Dios
echó a Adán y Eva del huerto del Edén después
que pecaron (Génesis 3:1-24). Así también, Dios
nos juzga cuando somos culpables del pecado. Todo ser humano es
culpable del pecado ante Dios, aún la gente religiosa (Romanos 3:9).
“No hay un solo justo, ni siquiera
uno” (Romanos 3:10). “Pues todos han pecado y están privados de la
gloria de Dios” (Romanos 3:23; cp. 1
Juan 1:8-10). El pago que todos merecemos por nuestros pecados es la
muerte eterna: “La paga del pecado
es muerte” (Romanos 6:23; cp.
Gálatas 6:7-8). Es así que todos necesitamos la
salvación. Estamos perdidos, porque somos pecadores. No
podemos salvarnos a nosotros mismos. Somos débiles (Romanos 5:
6). Si nos esforzamos, quizá pequemos menos en el futuro, pero
aún así pecaremos. Además, no somos capaces de
pagar por los pecados que ya hemos cometido. Desesperadamente
necesitamos la salvación. ¡Necesitamos un salvador!
El Salvador del Cielo
Imaginese a un hombre en lo profundo de un pozo.
Él es incapaz de escalar este pozo. Necesita ayuda de
arriba. Necesita que alguien le ayude con una cuerda o una escalera.
Necesita un salvador. La humanidad estaba en la misma
situación por causa de nuestros pecados. Necesitábamos
la ayuda del cielo, y nuestro gran Dios nos proporcionó lo
necesario, un salvador del cielo. Solo hay un Dios (Deuteronomio 6:4;
Marcos 12:29, 32; 1 Corintios 8:4, 6; Efesios 6:6; Santiago 2:19).
Conocemos a Dios en tres modos, el Padre, el Hijo, y el
Espíritu Santo (Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Juan 15:26).
Llamar a Dios el “Padre” no significa que Dios fue casado o que él y una
esposa celestial tuvieron un hijo. “Padre” significa que Dios es como un padre que cuida sobre
nosotros sus hijos (Mateo 6:9; 7:9-11). Jesucristo no es llamado el
“Hijo de Dios” porque Dios y una esposa celestial le dieron luz
a Jesucristo, o porque Dios es más antiguo que el Hijo. Es
llamado “Hijo de Dios” porque fue sumiso en su relación con Dios el
padre, así como cualquier hijo debe someterse a su padre (Juan 4:34;
5:30; 6:38). El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son eternos
y son divinos. Ellos son Dios y no humanos.
Esto significa que nuestro salvador, Jesucristo, no
inició su vida ni su existencia cuando nació en este mundo.
El vivía mucho antes que Abraham (Juan 8:58). El
vivía antes de la creación del mundo (Juan 1:3; Colosenses 1:
15-16; Hebreos 1:2). Esto comúnmente es conocido como la
preexistencia de Cristo (Juan 3:13; 8:23; 17:5, 24; 18:37). Nuestro
Salvador es eterno. El siempre ha existido y siempre existirá
(Apocalipsis 1:8, 17; 21:6; 22:13; Juan 1:1; Hebreos 13:8). Aunque
vivió en el cielo donde multitudes de ángeles le hubieran
servido, él voluntariamente vino al mundo para ser nuestro Salvador
(2 Corintios 8:9). Pablo nos explica las maravillosas buenas obras,
que hacen que la historia del cristianismo sea tan singular:
Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza
Dios,
no consideró el ser igual a Dios como algo a
qué aferrarse.
Por el contrario, se rebajó voluntariamente,
tomando la naturaleza de siervo
y haciéndose semejante a los seres humanos
(Filipenses 2:5-7).
La humanidad pecaminosa necesitaba un Salvador.
En vez de pedir lo imposible para nosotros, es decir, que paguemos
por nuestros pecados. Dios mandó a su único Hijo al
mundo para resolver el problema del pecado por nosotros (Juan 3:16).
Ésta es la razón por la cual el mensaje del
cristianismo es llamado el “evangelio” (Marcos 1:1; 16:15; Romanos 1:16; Efesios 1:13; 1 Timoteo
1:11). La palabra “evangelio” significa “buenas
nuevas” (BAGD, 317-18). Son buenas nuevas que nuestra
situación no es irremediable. Dios nos mandó un
salvador para salvarnos de nuestros pecados. La salvación nos
vino del cielo en la persona del Hijo de Dios, Jesucristo.
El Nacimiento de Cristo
Para que el hijo de Dios fuera nuestro salvador,
Dios preparó para llevar a cabo un nacimiento milagroso muy
especial. Dios escogió una pareja judía muy piadosa,
José y Maria, para que fuesen los padres de este niño muy
especial. José y Maria estaban conprometidos en matrimonio
pero aunque eran considerados esposo y esposa no habían consumado su
matrimonio en las relaciones sexuales y hasta entonces no vivían
juntos (Mateo 1:18-25). Maria era virgen (Lucas 1:26-34). Dios
creó milagrosamente al niño Jesús en el vientre de
Maria por medio del Espíritu Santo (Mateo 1:20; Lucas 1:35).
De este modo Jesús tuvo una madre humana, pero su padre fue
Dios (Gálatas 4:4; Romanos 1:3; Lucas 1:35). Esto es conocido
como el “nacimiento virginal” de Cristo.
El término para describir este procedimiento
es “encarnación”. Este término significa que el Hijo de Dios
se hizo humano. El apóstol Juan emplea el título “el Verbo” para
describir la encarnación de Jesús: “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo
estaba con Dios, y el Verbo era Dios....Y el Verbo se hizo hombre y
habitó entre nosotros” (Juan
1:1, 14; cp. Romanos 8:3; 1 Timoteo 3:16 1 Juan 4:2; 2 Juan 7). Para
ser nuestro salvador Cristo se hizo semejante a nosotros, es decir un ser
humano (Hebreos 2:14, 17).
Jesús es único en muchas maneras; sus
dos naturalezas, lo humano y lo divino, combinados en un solo ser es una
característica muy importante. Mientras vivió en este
mundo, Jesús fue un ser muy humano. El descendió y
nació de seres humanos (Mateo 1:1-17; Romanos 1:3; 9:5). El
vivió y experimentó el proceso normal de crecimiento de todo
ser humano. El fue un niño y creció hasta ser un adulto
(Lucas 2:40). El tenía las necesidades físicas de un
ser humano, alimento, agua y reposo. También
experimentó la necesidad de orar (Mateo 4:2; 8:24; 14:23; Juan 4:
5-7; 19:28). Como un ser humano Jesús percibió o tuvo
sensaciones físicas, y sentimientos humanos, como el gozo, la
tristeza, el dolor, la furia, el amor, y la compasión (Mateo 9:36;
26:37; Marcos 3:5; 10:21; Lucas 10:21; Juan 12:27; 15:11).
Jesús también lloró (Juan 11:35) y fue tentado
por el diablo (Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13; Hebreos 4:15).
Jesús tuvo dolor físico y sufrió la muerte como
un ser humano (1 Pedro 3:18; 4:1). Sí, Jesús fue un ser
muy humano.
Sin embargo, Jesús, al mismo tiempo fue muy
divino (Juan 10:30). No solamente es llamado
“Señor” e “Hijo de Dios”, que son
títulos divinos (Juan 10:25-33; Lucas 2:11; Apocalipsis 4:8-11; 19:
16), sino también es llamado “Dios” (Juan 1:1; 20:28;
Romanos 9:5; Tito 2:13; Hebreos 1:8; 2 Pedro 1:1). Aunque
Jesús no usó todo el poder divino a su disposición
asociado con ser “Dios”, él estaba en posesión
total de la deidad, o divinidad (Colosenses 1:15, 19; 2:9).
Jesús era el Dios-hombre. Era Dios y hombre a la vez.
Cuando los colores negro y blanco se mezclan el resultado es un color
gris. Pero Jesús no era algo entre Dios y hombre. No era
un ángel. El era Dios y hombre al mismo tiempo.
Porque Jesús fue Dios y hombre, él es
el Salvador perfecto. Él puede representar o mediar
perfectamente por ambas partes en el pacto entre Dios y hombre (1 Timoteo 2:
5,6). Como un ser humano, pagó la deuda por nuestros pecados.
Como Dios, fue el perfecto y digno sacrificio para pagar por nuestros
pecados. Estudiaremos más sobre esto en el tema de la
propiciación, pero es importante saber que todo ésto era
parte del plan de Dios desde antes de la fundación del mundo (1
Pedro 1:20). Ya que Jesucristo tenía que ser Dios y hombre al
mismo tiempo, él vino al mundo por un nacimiento singular, su madre
era humana y su Padre era Dios. Nuestro salvador vino del cielo, y
este salvador era el Hijo de Dios. Así se anunció a los
pastores: “Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador,
que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11).
La Vida de Cristo
Si usted no sabe mucho de la vida de Cristo,
entonces lea los cuatro evangelios, Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Estos cuatro documentos describen el nacimiento de Jesús
(Mateo 1:1-2:12; Lucas 1:26-2:20) y un incidente cuando él
tenía doce años de edad (Lucas 2:41-52), pero el
énfasis está en los útimos tres o cuatro años
de la vida de Jesús, que fueron su ministerio público.
A la edad de treinta años Jesús comienza a
enseñar y predicar la voluntad de Dios a la gente. El atrajo
muchos discípulos, y escogió seguidores especiales, llamados
“apóstoles,” quienes predicarían su mensaje
después de su partida de este mundo.
Jesús hizo muchos milagros que son evidencia
de que Dios aprobó lo que él enseñó e hizo
(Juan 2:11; 5:36; 10:25, 37-38; 14:11; Lucas 7:20-22; Mateo 9:1-8; Hebreos
2:4). Hizo Jesús muchas señales, o milagros, que no
están escritas en los cuatro evangelios, “pero
éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan
vida” (Juan 20:30,31). La
siguiente es una lista de los milagros en los cuatro evangelios:
1. Convirtió agua en vino (Juan 2:1-11)
2. Sanó al hijo de un noble (Juan 4:46-54)
3. Sanó a un hombre en la sinagoga (Marcos 1:
23-26; Lucas 4:33-35)
4. Sanó a la suegra del apóstol Pedro
(Mateo 8:14,15; Marcos 1:30,31; Lucas 4:38,39)
5. La primera pesca milagrosa (Lucas 5:1-11)
6. Sanó a un leproso (Mateo 8:2-4; Marcos 1:
40-42; Lucas 5:12,13)
7. Sanó a un paralítico (Mateo 9:2-7;
Marcos 2:3-12; Lucas 5:18-25)
8. Sanó a un paralítico en el estanque
de Betesda (Juan 5:1-9)
9. Sanó a un hombre que tenía una mano
seca (Mateo 12:10-13; Marcos 3:1-5; Lucas 6:6-10)
10. Sanó al siervo de un centurión
(Mateo 8:5-13; Lucas 7:1-10)
11. Resucitó al hijo de la viuda de
Naín (Lucas 7:11-15)
12. Sanó a dos hombres ciegos (Mateo 9:27-31)
13. Calmó la tempestad (Mateo 8:23-27; Marcos
4:37-41; Lucas 8:22-25)
14. Sanó a los endemoniados (Mateo 8:28-34;
Marcos 5:1-15; Lucas 8:27-35)
15. Sanó a una mujer enferma de flujo de
sangre (Mateo 9:20-22; Marcos 5:25-29; Lucas 8:43-48)
16. Resucitó a la hija de Jairo (Mateo 9:
18,19, 23-25; Marcos 5:22-24, 38-42; Lucas 8:41-42, 49-56)
17. Sanó a un mudo endemoniado (Mateo 9:32,33)
18. Alimentó a cinco mil hombres, sin contar
las mujeres y niños (Mateo 14:15-21; Marcos 6:35-44; Lucas 9:12-17;
Juan 6:5-13)
19. Anduvo sobre el mar (Mateo 14:25; Marcos 6:48-51;
Juan 6:19-21)
20. Sanó a la hija de una mujer cananea (Mateo
15:21-38; Marcos 7:24-30)
21. Sanó a un sordomudo (Marcos 7:31-37)
22. Alimentó a cuatro mil (Mateo 15:32-38;
Marcos 8:1-9)
23. Sanó a un ciego en Betsaida (Marcos 8:
22-26)
24. Sanó a un muchacho endemoniado (Mateo 17:
14-18; Marcos 9:17-19; Lucas 9:38-43)
25. El pez con la moneda en la boca (Mateo 17:24-27)
26. Sanó a un ciego de nacimiento (Juan 9:
1-41)
27. Sanó a un hombre ciego y mudo (Mateo 12:
22; Lucas 11:14)
28. Sanó a una mujer encorvada (Lucas 13:
11-13)
29. Sanó a un hombre hidrópico (Lucas
14:1-4)
30. Resucitó a Lázaro su amigo (Juan 11:
1-44)
31. Sanó a diez leprosos (Lucas 17:11-19)
32. Sanó a dos ciegos (Mateo 20:29-34; Marcos
10:46-52; Lucas 18:35-43)
33. Maldijo una higuera y se secó (Mateo 21:
18-22; Marcos 11:12-14, 20-25)
34. Sanó la oreja de Malco (Lucas 22:50,51)
35. La segunda pesca milagrosa (Juan 21:1-11)
Los cuatro evangelios describen el bautismo de
Jesús (Mateo 3:13-17; Marcos 1:9-11; Lucas 3:21-22).
Jesús no fue bautizado para perdón de pecados, sino que
fue bautizado para obedecer a Dios. Él se identificó
con nosotros para ser nuestro Salvador. En su bautismo la voz de Dios
declaró desde el cielo “Éste es mi Hijo amado; estoy
muy complacido con él” (Mateo 3:17). Los evangelios
también nos narran la tentación de Jesús
inmediatamente después de su bautismo (Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13).
Un evento muy importante en la vida de Jesucristo es llamado “la transfiguración” (Mateo 17:1-8; Marcos 9:2-10; Lucas 9:28-36; 2 Pedro 1:16-18).
En este caso Jesús fue transfigurado ante los ojos de tres de
sus apóstoles, Pedro, Jacobo, y Juan. Su apariencia
resplandeció de blancura, probablemente por su deidad
resplandeciente. La voz de Dios declaró desde el cielo “Éste es mi Hijo amado.
¡Escúchenlo!” (Marcos
9:7). Hacia el final de la vida de Jesús la biblia nos cuenta
de su entrada triunfal en Jerusalén (Mateo 21:1-11; Lucas 19:28-40;
Juan 12:12-19), de la purificación del templo (Mateo 21:12-17;
Marcos 11:15-19; Lucas 19:45-48), y de su arresto, comparecencia ante el
concilio y sentencia y de crucifixión y muerte (Mateo 26:36-28:10;
Marcos 14:32-16:18; Lucas 22:39-24:49; Juan 18:1-21:14).
La Enseñanza de Cristo
Los cristianos llaman a Jesús el Maestro.
Hasta donde sabemos Jesús no recibió enseñanza
formal (Juan 7:15); sin embargo, él enseñaba de un modo tan
notable que el pueblo se admiraba de su enseñanza (Juan 7:46).
Jesús frecuentemente enseñaba por parábolas, o
historias, que hacian su mensaje muy interesante. Él
usó ilustraciones comunes de la vida del pueblo y las aplicó
en su enseñanza. En contraste con otros maestros que en algun
momento fallan en vivir de acuerdo a lo que enseñan (Mateo 23:3),
Jesús practicaba perfectamente lo que él enseñaba.
Jesús enseñaba con gran autoridad (Juan 3:34; 7:16;
Mateo 7:28,29). Él no tuvo que apelar a la autoridad humana
para probar su punto. El simplemente declaraba “Yo les digo” (Mateo
5:22,28,32,34,39,44). Jesús no solamente enseñaba la
verdad, él era la verdad (Juan 14:6). El modo de vida que
Jesús nos enseña a vivir es el modo de vida que nos
guía a la felicidad (Juan 10:10; Mateo 5:3-12). Muchos
psicólogos han descubierto que lo que ellos enseñan a sus
pacientes para ser felices es igual a lo que Jesús
enseñó siglos antes.
Algunas de las parábolas de Jesús son
muy notables por su tierna belleza y profundídad espiritual.
Lea, por ejemplo, las tres parábolas en Lucas capítulo
15: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo.
El mensaje de estas parábolas es que Dios desea que sus hijos
perdidos regresen a su casa y él les dará la bienvenida.
También lea la parábola del buen pastor en Juan
capítulo 10. Algunas de las grandes enseñanzas de
Jesús han sido reunidas en largas secciones en el evangelio de
Mateo. Lea las siguientes tres secciones de las enseñazas de
Jesús y usted comprenderá porque los cristianos correctamente
le llaman el Maestro.
1. El sermón del monte (Mateo 5:1-7:28)
2. La parábola del reino (Mateo 13:1-53)
3. La vida en el reino (Mateo 18:1-35)
La enseñanza ética o moral de Cristo
es la más eminente que el mundo jamás ha conocido. Las
normas éticas que Cristo enseñó no son meramente un
código de reglas y reglamentos. Él se dirige
directamente al corazón de las cosas, o a la realidad (Mateo 23:
1-28). El matar es pecado, pero Jesús nos enseña que
quitemos el odio y la ira de nuestros corazones porque estas cosas pueden
guiarnos al acto de matar (Mateo 5:21-26). El adulterio es pecado,
pero Jesús nos enseña que evitemos el deseo carnal de nuestro
corazón (Mateo 5:27-30). Jesús nos enseña que
hagamos buenas obras, pero debemos hacerlas por los motivos adecuados
(Mateo 6:1-6, 16-18). Una obra hecha con motivos egoístas
pierde todo el valor de la bondad. Muchas de las enseñazas de
Jesús fueron sobre el “reino de Dios” (Marcos 1:14-15;
Mateo 13:1-53). Muchas veces este término “reino de Dios” se
refiere o trata con el reinado o gobierno de Dios. Cuando
Jesús habla de la herencia del reino, él lo dice con
referencia a nuestro galardón en el cielo y la vida eterna (Mateo 25:
34). Al hablar tan a menudo del reino de Dios, Jesús estaba
animando al pueblo a que se sometan a Dios como rey y que le obedezcan
(Mateo 6:10). Jesús también enfatiza el
arrepentimiento, la humildad y el servicio a otros (Marcos 1:15; 9:35; 10:
15; Lucas 22:25-27).
Jesús también habla mucho del amor
como la clave para vivir bien. Por “amor” Jesús
nos da a entender que el amor no es simplemente “sentir bondad hacia
otros” o “querer a otros”. El amor del cual
él habló significa buscar lo mejor para otros sin motivos
egoístas. El dijo que hasta tenemos que amar a nuestros
enemigos (Mateo 5:43-48). Cualquiera puede ser bueno con él
que es bueno con el, ¿pero en verdad podemos ser buenos con nuestros
enemigos? Jesús enseñó a sus discípulos
que se “amen los unos a los otros” (Juan 13:34; cp. Juan 15:10;
1 Juan 5:3; 2 Juan 6). Él enseñó que el amor es
el deber supremo del hombre: “‘Ama
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con
toda tu mente.’ Éste es el primero y el más
importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste:
‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’” (Mateo 22:37-39; cp. Marcos 12:29-31; Lucas 10:27;
Deuteronomio 6:5). Jesús nos dio lo que llamamos la
“regla de oro” para vivir: “Así
que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos
los traten a ustedes” (Mateo 7:12; Lucas
6:31). Sin duda alguna, Jesús tiene “palabras de vida eterna” (Juan
6:68).
La Impecabilidad de Cristo
La Biblia nos habla de Jesús como “habiendo sido perfeccionado” (Hebreos 5:9). “Y
él no tiene pecado” (1 Juan 3:5).
Como nuestro cordero sacrificatorio Jesús tenía que ser
sin mancha alguna (Juan 1:29; Hebreos 9:14). El apóstol Pedro
dijo: “Él no cometió
ningún pecado” (1 Pedro 2:22).
El apóstol Pablo dijo: “Al
que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como
pecado” (2 Corintios 5:21).
Jesús “ha sido tentado en
todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado” (Hebreos 4:15). Jesús desafia a sus
adversarios diciéndoles: “¿Quién
de ustedes me puede probar que soy culpable de pecado?” (Juan 8:46). Ciertamente Jesús es el “Santo y Justo” (Hechos
3:14). Por el lado negativo, Jesucristo nunca hizo pecado porque
él no hizo nada malo, y por el lado positivo él era bueno y
justo (Hechos 10:38).
La evidencia de su impecabilidad fue muy diversa.
Provino, no sólo de sus amigos favorables, quizás
inclinados a exagerar, sino también de gente neutral con referencia
a Jesús. Lo más sorprende de todo es que la evidencia
aún provino de quienes no simpatizaban con Jesús y su causa.
Aquí enumeraremos un resumen de la evidencia de la
impecabilidad de Jesús:
1. Testigos favorables
A. Pedro - Lucas 5:8; 1 Pedro 1:19; 2:22; 3:18; Juan
6:69; Hechos 3:14
B. Juan - 1 Juan 2:1,29; 3:5,7; Hechos 4:27
C. Pablo - 2 Corintios 5:21
D. El autor de Hebreos - Hebreos 2:10; 4:15; 5:8,9; 7:
26,28; 9:14
E. Esteban - Hechos 7:52
F. Ananías - Hechos 22:14
G. Cristianos primitivos - Hechos 4:30
H. El ángel Gabriel - Lucas 1:35
2. Testigos no favorables
A. Líderes Judíos - Mateo 26:55-59;
Marcos 14:48-56; Lucas 22:52,53; Juan 18:20,21
B. Judas - Mateo 27:4
C. Los demonios - Marcos 1:24; Lucas 4:34
3. Testigos neutrales
A. Poncio Pilato - Mateo 27:18,23,24; Marcos 15:14;
Lucas 23:4,14,15,22; Juan 18:38; 19:4-6
B. La esposa de Poncio Pilato - Mateo 27:19
C. El malhechor en la cruz - Lucas 23:41
D. El centurión - Lucas 23:37
4. Testimonio de Jesús
A. Juan 8:46; 14:30; 15:25; 18:23
B. Su obediencia perfecta - Juan 4:34; 5:30; 6:38; 7:
18; 8:29,55; 15:10; 17:4; Lucas 22:42; Hebreos 10:5-7
El testimonio de Jesús mismo puede ser el de
más valor. La persona que es justa tiende a ser consciente de
las faltas mínimas en su vida y la persona que es mala o injusta
tiende a minimizar pecados importantes en su vida. En el personaje
íntimo de Jesús no hay evidencia de que él fuera
consciente de algún pecado en su vida. Para que Jesús
dijera que en él no hay pecado, esto hubiera sido una de las
afirmaciones más arrogantes jamás hecha por un ser humano, o
de lo contrario era la verdad. Jesús es uno de dos, un
lunático mentiroso o el Señor. Toda la evidencia ya
anteriormente tratada tiende a comprobar la afirmación de la
impecabilidad de Jesús, por tanto los cristianos creen que
Jesús fue perfecto y sin mancha o pecado. Ahora pues, veremos
la tremenda importancia de la impecabilidad de Jesús al examinar su
obra como sacrificio de propiciación por nuestros pecados.
La Expiación
“Expiación” se refiere al cubrimiento de nuestros pecados,
realizado por la muerte de Jesús en la cruz. Si usted no ha
leído de la terrible muerte y sufrimiento de Jesús en la
cruz, por favor, lea estos pasajes en alguno de los evangelios (Mateo 27:
27-52; Marcos 15:16-39; Lucas 23:26-48; Juan 19:16-37). Dios estaba
preparando al ser humano para entender la expiación a través
de varios sacrificios que mandó al pueblo judío durante la
época de Moisés (Romanos 15:4; 1 Corintios 10:6). Por
ejemplo, cuando la muerte se llevara al primogénito de cada familia
de Egipto, el pueblo de Israel fue mandado a sacrificar un cordero sin
mancha y poner la sangre en los marcos de sus puertas. La casa que
tenía sangre en sus puertas era salva de la muerte. Dios nos
estaba enseñando simbólicamente, lo que en el futuro nos
daría a conocer. Podemos escapar de la muerte eterna por medio
de la sangre de Jesús.
Otra lección en el Antiguo Testamento sobre
la expiación es el Día de la Expiación del pueblo
Judío. El pueblo Judío usaba dos machos cabríos;
uno era sacrificado y la sangre rociada en el templo. El sumo
sacerdote ponía sus manos sobre el otro cabrío a veces
llamado el chivo expiatorio. El confesaba los pecados del pueblo,
simbólicamente transfíriendo los pecados del pueblo al
cabrío inocente. El cabrío era luego soltado en el
desierto. El pueblo así comprendía que sus pecados eran
realmente puestos sobre el cabrío y llevados lejos de ellos.
La purificación o el perdón de pecados fue siempre por
el sacrificio y derramamiento de sangre. “De
hecho, la ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues sin
derramamiento de sangre no hay perdón” (Hebreos 9:22). Cristo es nuestro sacrificio de
expiación y nuestro chivo expiatorio que lleva nuestros pecados y
los aleja de nosotros: “Él
mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que
muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes
han sido sanados” (1 Pedro 2:24).
Los sacrificios del Antiguo Testamento, que eran
casi todos animales, no tenían como objetivo ser una completa
solución al problema del pecado del hombre. Eran puestos
temporalmente hasta la venida de Cristo al mundo (Gálatas 3:23-25; 4:
4). Fueron diseñados para enseñar al ser humano a
obedecer y confiar en las promesas de Dios. Estaban allí para
enseñarnos el concepto del sacrificio, de una vida sacrificada en
expiación por otra vida. El autor de la carta a los Hebreos
nos dice “ya que es imposible que la
sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados” (Hebreos 10:4). Sin embargo, la sangre y el
sacrificio en la cruz de la vida inocente de Jesús sí pudo
quitar nuestros pecados. Cuando Juan el Bautista vió a
Jesús él declaró: “¡Aquí
tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29). En vez de ofrecer un sacrificio de un
animal por los pecados del mundo, Jesús se ofreció a si mismo:
“Ahora, al final de los tiempos, se
ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado
mediante el sacrificio de sí mismo” (Hebreos 9:26).
Otra de las grandes lecciones en el Antiguo
Testamento sobre la expiación esta escrita en Isaías 52:12-53:
12; este pasaje es conocido como uno de los pasajes del Sufrimiento del
Siervo. Este pasaje es aplicado a Jesús en el Nuevo Testamento
(Hechos 8:32-35). En Isaías 53, el que era siervo de Dios era
inocente así como Jesús fue sin pecado (Isaías 53:
7,9). El sufrimiento de este siervo fue completo, como lo fue
también el sufrimiento de Jesús (Isaías 53:5,8,12).
El sufrimiento de este siervo no fue un accidente, sino que fue
planeado por Dios, como fue también el sufrimiento de Jesús
(Isaías 53:6,10; Hechos 2:23; 1 Pedro 1:20). El sufrimiento de
este siervo fue vicario, como fue también el sufrimiento de
Jesús (Isaías 53:4-6,12; 2 Corintios 5:21). Finalmente,
el sufrimiento de este siervo fue victorioso como fue también el
sufrimiento de Jesús (Isaías 53:11,12; Romanos 8:37; 1
Corintios 15:54-57). En la muerte de Jesús ganamos la victoria
sobre el pecado, la muerte y Satanás (Hebreos 2:14; Colosenses 2:
14,15).
Jesús profetizó su muerte en estas
palabras: “Esto es mi sangre del
pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados” (Mateo 26:28). Pablo dijo que la muerte de
Jesús fue “un sacrificio de
expiación” (Romanos 3:25).
Pedro dijo a los cristianos que ellos fueron rescatados por un precio
de la esclavitud del pecado, no con oro ni plata sino, “con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin defecto” (1 Pedro 1:19).
Jesús nos redimió con su sangre “y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza,
lengua, pueblo y nación” (Apocalipsis
5:9; cp. Efesios 1:7; 5:25; Marcos 10:45; Hechos 20:28; 1 Corintios 6:
19,20; 1 Juan 1:7).
La muerte de Jesús fue por toda la humanidad.
Unos enseñan incorrectamente, que Jesús murió
solo por los escogidos de Dios para ser salvos. Ellos dicen que la
expiación es limitada, pero la Biblia dice que Jesús
murió por todo el mundo (Juan 1:29; 3:16,17; 4:42; 2 Corintios 5:19;
1 Juan 2:2; 4:14). Jesús murió por “todos” (2 Corintios
5:14; 1 Timoteo 2:6; Hebreos 2:9; Tito 2:11), aún por los pecadores
(1 Timoteo 1:15; Romanos 5:6-8) y por los que fueron salvos y ahora se han
descarriado (2 Pedro 2:1). Esto es consistente con el carácter
de Dios que quiere que todos se salven (2 Pedro 3:9; 1 Timoteo 2:4).
Aunque Jesús murió por todos, no todos se
salvarán. La expiación está disponible, para
todos, pero solo algunos creerán y se salvarán (1 Timoteo 4:
10).
El medio principal por el cual la muerte de
Jesús redime nuestros pecados es por sustitución.
Jesús fue sin pecado. El fue perfecto, sin mancha.
El no mereció la muerte y el sufrimiento. Aunque no
merecía la muerte, él tomó nuestro lugar y
llevó nuestros pecados sobre sí mismo. El murió
en nuestro lugar. El nos restauró en completa comunión
con Dios, quitando la separación entre nosotros y Dios, causada por
el pecado (Isaías 59:1-2). Pedro dijo: “Cristo murió por los pecados una vez por todas,
el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios” (1 Pedro 3:18). Pablo explica la expiación
detalladamente:
A la verdad, como éramos incapaces de
salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los
malvados. Difícilmente habrá quien muera por un justo,
aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena.
Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto; en que cuando
todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.
Y ahora que hemos sido justificados por su sangre, ¡con
cuánta más razón, por medio de él, seremos
salvados del castigo de Dios! Porque si, cuando éramos
enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de
su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido
reconciliados, seremos salvados por su vida! (Romanos 5:6-10).
Es por eso que Cristo es la única esperanza de
salvación para el ser humano: “De
hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el
cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser
salvos” (Hechos 4:12). Nadie se
puede acercar al Padre sino por él (Juan 14:6).
La paga del pecado es muerte (Romanos 6:23), pero
Dios no exije la muerte de un humano inocente, contra la voluntad de esa
persona. Dios no dijo al ser humano: “Sacrifica un niño por tus pecados”. En cambio, Dios el Hijo se hizo hombre por medio de
la encarnación y el nacimiento virginal de Cristo. Dios mismo
en la forma del Hijo, vivió una vida perfecta y sin pecado.
Dios mismo proporcionó el sacrificio por el pecado. El
amor de Dios se muestra en la muerte de Jesús en la cruz (Juan 3:16;
Romanos 5:8; Efesios 5:25). Es por eso que los cristianos
ponían tanto énfasis en predicar sobre la muerte de
Jesús en la cruz (1 Corintios 1:23; 2:2; 15:1-4; Gálatas 6:
14). Como cristianos estamos muy agradecidos a Dios por darnos el
gran don, Cristo su hijo. Somos movidos por el amor de Dios, para que
seamos motivados e inspirados a vivir vidas más nobles (Marcos 8:
34-47; 1 Juan 4:19; 2 Corintios 5:14,15; Juan 12:32; 15:13; Filipenses 3:
10; 1 Pedro 2:21; Filipenses 2:5-8; Hebreos 12:1-3). Como cristianos
no nos gloriamos o pensamos que somos una cosa especial, sino que
glorificamos a Cristo por lo que ha hecho por nosotros (Gálatas 6:
14; 2 Corintios 4:5).
La Resurrección de Cristo
Después de su muerte en la cruz, Jesús
fue sepultado en una tumba con una gran piedra cubriendo la entrada.
Pusieron guardias para asegurar el sepulcro. Sin embargo, al
amanecer del primer día de la semana, Jesús resucitó y
dejó la tumba vacía (Mateo 28:1-15; Marcos 16:1-18; Lucas 24:
1-49; Juan 20:1-29; Gálatas 1:1; Efesios 1:20). La
resurrección de Jesús no debe confundirse con las doctrinas
sobre la reencarnación y transmigración de almas. No
nacemos o renacemos una y otra vez en varios cuerpos donde vivimos
diferentes vidas. Solamente nacemos y morimos una sola vez (Hebreos 9:
27). Después, resucitaremos de los muertos para ser juzgados
por Dios y recibir nuestro juicio eterno (Juan 5:29).
Son numerosas las razones por las que los cristianos
creen en la resurrección de Jesús. El sepulcro
quedó vacio, y el cuerpo no fue simplemente robado (Hechos 2:29;
Mateo 28:13). Además, los testigos que vieron a Jesús
vivo después de su resurrección fueron numerosos (Hechos 2:
32; Juan 20:27,28; 1 Corintios 15:4-7). La transformación tan
notable que sucedió en las vidas de muchos se explica mejor por la
resurrección de Cristo. Es por la resurrección de
Cristo que muchos creyeron mientras otros obtenían el valor de
predicar (Juan 7:5; Hechos 1:14; 4:13-21; 5:42). La conversión
tan notable de Saulo, después conocido como el apóstol Pablo
también se explica mejor por la resurrección de Cristo (1
Corintios 15:8-10; Hechos 9:1-22; 22;1-16).
Todos debemos responder en fe a la verdad de la
resurrección de Jesús (Juan 20:27; Romanos 10:9-10).
Todos debemos ser bautizados en semejanza a la muerte, sepultura y
resurrección de nuestro Señor (Romanos 6:1-6; Colosenses 2:
12; 1 Pedro 3:21). Debemos ser motivados a adorar a Jesús por
su resurrección, ya que esto prueba que él es nuestro
Salvador (Mateo 28:9,17; Romanos 1:4; Juan 20:28). Debemos sentir
gran gozo, porque su resurrección nos da esperanza (Mateo 28:8 Juan
20:20; Romanos 6:9). Su resurrección es la prueba de Dios de
que seremos resucitados de los muertos al fin del mundo (Romanos 8:29; 14:
9; 1 Corintios 15:20,23,51-54; Efesios 2:6; Colosenses 1:18; 2 Timoteo 1:
10; Apocalipsis 1:5,17,18). Sin su resurrección, estamos
perdidos en nuestros pecados y todo lo que hagamos en su nombre es en vano
(1 Corintios 15:14-19). Es por medio de la muerte y
resurrección de Jesús que Dios nos ha provisto la
salvación (Romanos 4:25; 1 Pedro 3:21). Al “conocer a Cristo, experimentar el poder que se
manifestó en su resurrección,” lograremos “alcanzar la
resurrección de entre los muertos” y un hogar en el cielo (Filipenses 3:10,11; cp. Juan 14:19;
Romanos 8:11; 1 Corintios 6:14; 2 Corintios 4:14; 1 Tesalonicenses 4:14; 1
Pedro 1:3).
La iglesia primitiva predicó mucho sobre la
cruz y la resurrección de Cristo (Hechos 2:24,31; 4:2,10; 5:30; 13:
30-33,37; 26:22-23). En realidad, esto es una parte integral en la
misión de la iglesia, es decir, predicar la resurrección de
Jesús (Lucas 24:48; Hechos 1:8; 2:32; 3:15; 4:33; 5:32; 10:39-41; 13:
47; 1 Corintios 11:26).
Después de su resurrección,
Jesús ascendió al cielo (Lucas 24:50-53; Hechos 1:6-11).
La ascensión fue el fin de las apariciones
post-resurrección de Jesús, y fue la ocasión de su
exaltación en el cielo por Dios el Padre (Hechos 2:32-36; 7:56;
Colosenses 3:1,2; Hebreos 1:3; 8:1). Pablo después de predicar
sobre la muerte de Cristo en la cruz, predicó sobre la
exaltación de Cristo:
Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo
y le otorgó el nombre
que está sobre todo nombre,
para que ante el nombre de Jesús
se doble toda rodilla
en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,
y toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:9-11).
A causa de su vida perfecta y su muerte
sacrificatoria, Dios resucitó a Cristo del sepulcro y le dio toda
potestad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18). Dios hizo a Cristo
la cabeza de la iglesia (Efesios 1:20-23; Colosenses 1:16-18; Hechos 4:11;
1 Pedro 2:7; Marcos 12:10). “Dios lo
exaltó como Príncipe y Salvador” (Hechos 5:31). Esto significa que Jesús
está vivo, y está en una posición de autoridad
suprema, y es capaz de interceder por nosotros en el cielo ante Dios
(Romanos 8:34; Hebreos 1:3; 7:25; 8:11,34; 1 Juan 2:1). Cristo es el
Rey de reyes y Señor de señores (Lucas 1:32,33; Apocalipsis
17:14; 19:16). Al considerar la posición de Cristo en el cielo
a la diestra de Dios, deberíamos obedecer a Dios y buscar las cosas
espirituales en vez de las terrenales (Colosenses 3:1,2).
Salvado por Gracia
Ya que merecemos la muerte y el castigo a causa de
nuestros pecados, la salvación necesariamente es por la gracia de
Dios. La gracia es definida como “un favor inmerecido.”
Quizás la parábola del hijo pródigo sea la mejor
ilustración de la gracia (Lucas 15:11-32). Este hijo
juntó toda su herencia y dejando su hogar se fue lejos a una
provincia. Allí él desperdició su herencia
viviendo perdidamente. Cuando todo lo hubo malgastado y tuvo hambre,
decidió volver a su hogar y quizás obtener trabajo como un
jornalero en la casa de su padre. Él no merecía un buen
trato de parte de su padre, sin embargo el padre le recibe con gozo y una
vez más, le trata como un hijo.
Es imposible ganar o merecer de nuestra
salvación. Es imposible pagar por nuestros pecados; no podemos
poner a Dios en una posición de deuda hacia a nosotros.
Sí podemos obrar para Dios y hacer buenas obras, pero ya es
nuestra obligación ser buenos, así que no hay ningún
mérito especial en esto. Aunque seamos buenos, somos como el
siervo en la parábola de Jesús: “No hemos hecho más que cumplir con nuestro
deber” (Lucas 17:10). Esto es lo
que la Biblia quiere decir cuando dice que no podemos ser salvos por las
obras (Gálatas 2:16). Si la salvación fuese por obras,
entonces se nos debería, y ya no sería un don de la gracia de
Dios (Romanos 4:1-8). El apóstol Pablo dice: “Si es por gracia, ya no es por obras; porque en tal
caso la gracia ya no sería gracia” (Romanos 11:5,6; cp. 2 Timoteo 1:9).
Para ser salvos es necesario ser humildes. Si
en alguna manera fuese posible salvarnos por nuestros propios esfuerzos no
seríamos humildes, sino arrogantes. Nos gloriaríamos de
nuestras obras para ser salvos. Es por esta razón que solo
podemos ser salvos por la gracia, para que esta jactancia sea eliminada
(Romanos 3:27; Efesios 2:8-9). El apóstol Pablo es un buen
ejemplo de uno que tiene razón para gloriarse de la habilidad y
éxito humanos (2 Corintios 11:1-12:13). Pero Pablo dijo:
“Pero por la gracia de Dios soy lo
que soy” (1 Corintios 15:10).
¿De qué se gloriaba él? El se gloriaba del
amor de Dios manifestado en Cristo Jesús: “En cuanto a mí, jamás se me ocurra jactarme de
otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 6:14). “Si
alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor” (1 Corintios 1:31; cp. 2 Corintios 10:17).
La salvación es el don gratuito de Dios, ya
que es por gracia. Pablo dijo que somos “por
su gracia justificados gratuitamente mediante la redención que
Cristo Jesús efectuó”
(Romanos 3:24). “Mientras que la
dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro
Señor” (Romanos 6:23; cp. 2
Corintios 9:14,15; Apocalipsis 22:17). ¿Si la salvación
nos es dada gratuitamente y si es un don de Dios, ¿quiere decir esto
que no tenemos que hacer nada para ser salvos? Pues claro está
que no es así y a lo largo de este libro compartiremos con usted lo
que es necesario que usted haga. Pero por ahora veamos por qué
es necesario hacer algo para ser salvos aunque la salvación sea un
don gratuito de la gracia de Dios.
Aunque la salvación sea un don, es necesario
que la recibamos y la hagamos efectiva en nuestra vida. Somos salvos
por la gracia, pero la gracia es “mediante
la fe” (Efesios 2:8). En las
siguientes páginas de este libro veremos que es necesario
arrepentirnos y obedecer a Dios si deseamos ser salvos.
¿Qué es lo que nos salva? ¿Nuestra fe?
¿La gracia de Dios? ¿Nuestra obediencia?
Una simple ilustración nos puede explicar esta aparente
contradicción. Imaginémonos que es el medio día
y estás con dos amigos en un cuarto que tiene una ventana.
Usted le pregunta a sus dos amigos ¿por qué hay luz en
el cuarto? Un amigo dice: “Porque hay una ventana.”
El otro dice: “Hay luz en el cuarto porque el sol
está resplandeciendo.” ¿Cuál respuesta de
los dos amigos es correcta? Las dos respuestas son correctas.
El sol es el origen de la luz, pero la ventana es un
“medio” necesario para que la luz entre al cuarto. El sol
es la causa de la luz, pero la luz entra “a través” de
la ventana.
Nuestra salvación es semejante a esto.
Así como el sol es el origen de la luz, lo que en realidad nos
salva es Dios, Cristo, el Espíritu Santo, la sangre de Jesús,
y la gracia de Dios. Sin embargo, Dios no impone la salvación
en ningún ser humano. Nosotros debemos proveer el ingrediente
necesario a través del cual la gracia de Dios entra en nuestra vida
y nos salva. ¿Cuál es “la ventana” por la
cual la salvación llega a nuestras almas? Es la “fe” (Efesios 2:8;
Romanos 5:1,2). Es también como ya veremos, el
arrepentimiento, la obediencia, el bautismo, lo cual investigaremos en
más detalle en breve. No nos ganamos o merecemos nada cuando
somos bautizados. El bautismo es solamente el medio “por”
el cual o “a través” del cual Dios nos salva. El
apóstol Pablo dijo: “Él
nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su
misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento [bautismo] de la
regeneración y de la renovación por el Espíritu
Santo” (Tito 3:5; cp. Hechos 2:38;
22:16; 1 Pedro 3:21).
La salvación por gracia no es para que
nosotros dejemos nuestros esfuerzos de ser buenos y de vivir vidas santas.
No debemos tomar la gracia de Dios como un hecho. No debemos
suponer que podemos pecar cuanto queramos, y que Dios nos perdonará
automáticamente (Romanos 6:1,2; 2 Pedro 2:17-22; Judas 4).
Así, terminamos esta sección sobre la gracia de Dios
con la exposición clásica de Pablo sobre esta doctrina:
“Porque por gracia ustedes han sido
salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo
de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Efesios 2:8,9).
Fe
Ya que somos salvos “mediante
la fe” (Efesios 2:8; Romanos 1:16), es
importante comprender este concepto tan importante. Jesús dijo:
“Pues si no creen que yo soy el que
afirmo ser, en sus pecados morirán” (Juan 8:24; cp. Hechos 15:9). Es necesario creer que
Dios existe (Hebreos 11:6). Es necesario creer que Jesús es el
Hijo de Dios (1 Juan 5:1; Romanos 10:9,10). Tenemos la promesa de que
si creemos en Jesús, no nos perderemos sino que tendremos vida
eterna (Juan 3:16,18,36; 6:35; 11:26; 20:30,31; Hechos 10:43; 16:31).
Somos justificados por la fe (Romanos 3:24, 28; 5:1; Gálatas 2:
16; 3:24). Ya que la fe es tan crucial para ser salvos,
¿Qué es la fe?
La fe, o creencia, se inicia con el conocimiento.
Comienza con un consentimiento mental de ciertas verdades.
Pablo preguntó:
Ahora bien, ¿cómo invocarán a
aquel en quien no han creído? ¿Y cómo
creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y
cómo oirán si no hay quien les predique?... Así
que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que
se oye es la palabra de Cristo (Romanos 10:14-17).
Así que la fe se inicia por el oír de
Dios y Jesús y con la aprobación de ciertas verdades en
cuanto a ellos. Pero la fe que nos salva es mucho más que
esto. Esto es solo el comienzo. Por ejemplo, yo puedo creer que
una persona es un doctor, que ella ha recibido su educación en
medicina, y que su diagnóstico sobre mi enfermedad es correcto.
Yo puedo creer que la medicina que ella ha recetado sanará mi
enfermedad. Sin embargo, todo esto es en vano, si yo no tengo la
suficiente confianza en el doctor como para tomar la medicina.
Así mismo, una fe que solo cree en la existencia de Dios, pero
que no confía y obedece a Dios, no es mucha fe. Comó
dijo Santiago: “También los
demonios lo creen, y tiemblan” (Santiago
2:19). Los demonios creen que Dios existe. Ellos tienen temor
del poder de Dios y tiemblan de miedo, pero no obedecen a Dios y no son
salvos.
La fe que nos salva es una fe que tiene confianza en
Dios. Hacer un compromiso y actuar sobre lo que uno cree que es
verdad, es la fe que nos salva. Note cómo esto es modelado por
los grandes héroes de la fe en la Biblia (Hebreos 11:1-38). Si
nuestra fe se limita a un consentimiento mental, entonces es una fe muerta
y no nos salva (Santiago 2:14-26). Nuestra fe debe ser una fe activa
(Gálatas 5:6). Algunos pueden decirnos que para ser salvos
solo es necesario firmar nuestro nombre en un libro afirmando que creemos
que Jesús es el Hijo de Dios. Sin embargo, creer en
Jesús, o tener fe en él, es mucho más que esto.
La fe que salva es cambiar nuestra lealtad, nuestra prioridad, y la
dirección de nuestras vidas. Por tanto es necesario vivir por
fe, siguiendo y obedeciendo a Jesús cada día de nuestra vida.
“El que cree en el Hijo tiene vida
eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida,
sino que permanecerá bajo el castigo de Dios” (Juan 3:36).
Arrepentimiento
El arrepentimiento fue una parte clave en la
predicación de Jesús sobre el reino de Dios (Mateo 3:2; 4:17;
Marcos 1:15; 6:12). También fue una parte frecuente en la
predicación de la iglesia primitiva (Hechos 2:38; 3:19; 26:20).
Antes de ascender al cielo, Jesús dijo: “En su nombre se predicarán el arrepentimiento y
el perdón de pecados a todas las naciones” (Lucas 24:47). Ya que el pecado es universal, es necesario
que el arrepentimiento sea también universal. Pablo dijo que
Dios “ahora manda a todos, en todas
partes, que se arrepientan” (Hechos
17:30). El arrepentimiento es importante porque es una parte esencial
de lo que debemos hacer para ser salvos (Hechos 2:28; 3:19; 11:18).
Es por esto que Dios desea que todos se arrepientan, y él en
su paciencia nos da muchas oportunidades para hacerlo (2 Pedro 3:9).
Cuando un pecador se arrepiente hay gozo en el cielo (Lucas 15:7,10).
¿Qué es arrepentimiento? La
palabra “arrepentimiento” en el idioma griego (una gran parte
del Nuevo Testamento fue escrito en el idioma griego) significa “un
cambio de pensamiento, remordimiento, alteración, conversión,
el principio de una nueva vida religiosa y moral” (BAGD, 512). La tristeza por
haber pecado contra Dios es parte del arrepentimiento. Pablo dijo:
“La tristeza que proviene de Dios
produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no
hay que arrepentirse” (2 Corintios
7:10), pero algunos se confunden en este punto. Hay diferentes clases
de tristeza. Muchos se entristecen porque han sido atrapados en el
pecado. Otros se entristecen porque están siendo castigados
por sus pecados. Si nuestra tristeza no va más allá de
esto, no nos hemos arrepentido. Arrepentimiento es estar entristecido
lo suficiente como para cambiar nuestra actitud. Arrepentimiento es
estar lo suficientemente entristecidos por nuestros pecados, como para
hacer un compromiso de ser mejores (Mateo 21:28-31). Cambiamos la
dirección de nuestras vidas. Es muy notable en la Biblia la
frecuencia con que el ser humano es animado, a obrar de tal manera que
otros puedan ver que se ha arrepentido (Mateo 3:8; Lucas 3:8; Hechos 26:
20). El arrepentimiento es muy fácil de definir, pero no es
fácil ponerlo en práctica. El arrepentimiento es el
punto en que dejamos de vivir para nosotros mismos y comenzamos a obedecer
a Dios.
Obediencia
Si un hijo le dice a su padre que lo ama, pero le
desobedece, su acción es inconsistente con su afirmación de
amor (Mateo 21:28-31). La obediencia a Cristo y a Dios no es
opcional. En el análisis final, la obediencia es indispensable
si amamos a Dios y a Cristo. No hay otra manera para mostrar nuestro
amor a Dios, sino por la obediencia: “En
esto consiste el amor a Dios; en que obedezcamos sus mandamientos” (1 Juan 5:3; cp. 1 Juan 2:5; 2 Juan 6). Jesús
dijo: “Si ustedes me aman,
obedecerán mis mandamientos” (Juan
14:15; cp. Juan 15:10). Nuestra alma es purificada por la obediencia
a la verdad (1 Pedro 1:22). La salvación es para los que
obedecen (Hebreos 5:9; Hechos 10:34,35). El juicio de Dios
será sobre los que no obedecen el Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo (2 Tesalonicenses 1:7-9).
No basta con decir que amamos, creemos y seguimos al
Señor. Jesús dijo: “No
todo el que me dice: ‘Señor, Señor’,
entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la
voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mateo 7:21). No obstante, si usted considera que la
obediencia a Dios es demasiado difícil, no se desanime. Aunque
la obediencia es absolutamente indispensable para ser salvos, no es cosa
insuperable para los que en verdad aman y creen en el Señor.
Juan nos dice que “éstos no
son difíciles de cumplir” (1 Juan
5:3). Cuando reconocemos lo que Cristo ha hecho en venir al mundo y
morir en la cruz por nosotros, vamos a desear obedecerle y lo haremos con
gozo.
Libre Albedrío
La salvación es un don gratuito por la gracia
de Dios, pero es condicional. El evangelio es predicado, pero es
necesario que las personas crean. Dios ofrece el perdón de
pecados gratuitamente, pero es necesario arrepentirnos. Dios es
misericordioso, pero es necesario obedecerle. La salvación ya
fue pagada por Cristo con su sacrificio expiatorio, pero es eficaz
solamente para los que rinden sus vidas a la voluntad de Dios. A
través de la Biblia, dos opciones se le ofrecen al ser humano, el
camino de vida y el camino de muerte (Deuteronomio 30:15; Hechos 2:40).
Somos libres para escoger el camino de nuestra preferencia.
Podemos escoger o rechazar a Jesús (Juan 14:6; Mateo 11:
28-30). Dios da mucho incentivo para hacer lo bueno. En
contraste, él hace que la vida de pecado sea vana e inútil
para motivarnos al arrepentimiento, pero Dios no nos obliga a hacer el bien
o el mal.
El hecho de que nos mande que creamos, nos
arrepentamos y obedezcamos, implica que somos libres para escoger.
Algunos, enseñan equivocadamente que el ser humano no tiene
libertad de voluntad y que todo humano es predestinado para obedecer a Dios
o vivir en el pecado y rebeldía. Otros de igual manera
enseñan que Dios predestinó a unos para ser salvos, a otros
para condenación, y que no somos libres de escoger nuestro destino.
Si Dios nos va a hacer responsables por nuestros pecados, tiene que
ser porque libremente hemos escogido desobedecerle. La Biblia nos
enseña que podemos escoger entre lo bueno y lo malo (Santiago 4:17;
Juan 7:17; Hechos 13:46). Dios nos llama a vivir una vida santa en
obediencia a su palabra y así el resultado será nuestra
salvación (1 Tesalonicenses 2:12; 1 Timoteo 6:12; Hebreos 9:15; 1
Pedro 2:9), este llamado es ofrecido a todo ser humano por medio de la
predicación del evangelio (2 Tesalonicenses 2:14). Nosotros
escogemos responder a este llamado arrepentiéndonos, lo cual es un
cambio de mente, voluntad y corazón.
Dios no ha predeterminado si vamos a creer o
arrepentirnos. La Biblia sí nos revela que Dios
determinó ciertas cosas desde antes de la fundación del
mundo. Dios escogió, que Cristo descienda al mundo para
salvarnos del pecado (Hechos 2:23; 1 Pedro 1:18-20). La Biblia
aún habla de la predestinación, pero esto no es que Dios
escoge a unos para salvación y otros para condenación.
No es una predestinación individual, sino una
predestinación general de ciertas clases o tipos de individuos.
Dios predestinó que los que crean en Cristo y que vivan cierto
tipo de vida serán salvos (Romanos 8:28-30; Efesios 1:4,5,11; 2
Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 1:2-3).
Una ilustración, compara la doctrina de la
predestinación con un maestro de educación en la escuela.
Si el maestro decide quién aprueba y quién no sin dar
oportunidad al alumno de estudiar o tomar una prueba, esto sería
injusto. Pero si el maestro decide que todo alumno que obtiene de
90-100 obtiene una clasificación de “A”, los que
obtienen 80-89 una “B”, etcétera, esto si sería
justo. Así, Dios escogió antes de la fundación
del mundo que los que crean en Cristo y vivan vidas santas serían
salvos. Los que rechazan a Cristo y viven vidas en el pecado y
rebeldía serán condenados. Dios nos deja escoger con
libre voluntad que tipo de vida vivimos.
Bautismo
El bautismo es muy importante, porque es el punto en
nuestra vida donde somos iniciados en la iglesia.
“Bautismo” proviene del griego baptisma y el verbo
“bautizar” de la palabra baptidzo. El bautismo debe ejecutarse por inmersión,
sumergiendo completamente al creyente en agua. La palabra griega para
denotar “bautismo” significa “inmersión, hundir,
bautizar” (BAGD, 131). Estas palabras no significan o denotan
“rociar” o “hechar,” agua sobre el creyente.
Aún, sin saber el significado de estas palabras en el griego,
usted puede conocer que el bautismo debe ejecutarse sumergiendo al creyente
en agua. El simbolismo del bautismo es que morimos a la vieja manera
de vivir habiéndonos arrepentido del pecado. Al ser sumergidos
en las aguas del bautismo, la vieja vida queda en el pasado. Al
ascender de las aguas del bautismo somos resucitados a una nueva forma de
vida. Ahora debemos seguir a Cristo como cristianos y vivir en
santidad (Romanos 6:3-6; Colosenses 2:12).
Sabemos que el bautismo fue realizado por
inmersión en agua en el primer siglo, porque la gente venía a
lugares donde había mucha agua (Juan 3:23; Marcos 1:4,5; Hechos 8:
36). Si el bautismo hubiera sido realizado por rociamiento, el que lo
ejecutaba hubiera suplido el agua y no hubiera sido necesario ir a donde
había mucha agua para bautizar a la gente. Quizás surja
esta pregunta: ¿Qué diferencia puede hacer un poco de
agua? Sin embargo, el punto aquí no es la cantidad de agua,
sino que, debemos obedecer a Dios que nos mandó que seamos
sumergidos en agua. Además, la inmersión es consistente
con el simbolismo que hemos muerto a la vieja manera de vivir, somos
sepultados, y resucitamos a una nueva vida.
¿Quién debe ser bautizado? El
bautismo es para los que han creído y se han arrepentido de sus
pecados (Marcos 16:16; Hechos 2:38). El bautismo es para los que han
escogido con libre voluntad ser cristianos y después seguir y servir
a Cristo. El Nuevo Testamento no menciona el bautismo de niños
como tal. Ellos son menores de edad y no pueden entender, mucho menos
discernir todas las cosas que ya hemos discutido hasta aquí.
Así que, bautizar a un niño como muchas iglesias
equivocadamente lo hacen, quizás sea una ceremonia sentimental que
la tradición de hombres ha creado, pero ni Jesús ni los
apóstoles lo mandaron. Un niño no tiene pecado y por
tanto es inocente ante Dios (Mateo 18:2-4; 19:13-15; Romanos 9:11; 1
Corintios 14:20; Deuteronomio 1:39). Los niños que mueren van
al cielo.
Algunos creen que Efesios 2:3 y Salmos 51:5 son
prueba de que los niños son pecadores desde su nacimiento y deben
ser bautizados para quitar la culpa del pecado original heredado de
Adán. Pero cuando Pablo escribió que los cristianos
efesios habían sido “por naturaleza
objeto [hijos] de
la ira de Dios” (Efesios 2:3), no
está hablando de cuando eran niños. “Hijos
de” simplemente significa que poseemos ciertas cualidades (Marcos 3:
17; Juan 12:36; Hechos 4:36; 1 Tesalonicenses 5:5; Efesios 2:2; 5:6, 8).
En Efesios Pablo está hablando de cuando los Efesios
cristianos eran ya adultos y no de cuando eran niños. Ellos
vivían en pecado, así pues, estaban bajo la ira de Dios.
La frase “por naturaleza” no significa “por
nacimiento” (Gálatas 2:15; Romanos 11:21, 24), sino que
significa una condición adquirida que se ha hecho cosa natural en el
hombre (1 Corintios 11:14; Romanos 2:14). Los Efesios habían
adoptado un estilo de vida pecaminoso. Vivir vidas pecaminosas
llegó a ser cosa natural para ellos, sin embargo, esto fue algo que
ellos escogieron por su propia voluntad y no una condición depravada
en que ellos habían nacido. Además, Salmos 51:5, solo
nos enseña que David viviendo en un mundo lleno de pecado, fue muy
sensible al pecado desde una edad muy temprana (cp. Isaías 48:8; 1
Samuel 20:30).
Una de las razones primordiales por cual los adultos
son bautizados es para recibir el perdón de pecados. Un
niño no tiene necesidad de esto. El acto del bautismo en
sí mismo no tiene la habilidad de salvarnos. Es un
espíritu de confianza y obediencia en el que es bautizado lo que es
importante (1 Pedro 3:21). Bautizar un niño, que no tiene idea
de lo que está haciendo, es inútil. Solo le
causará confusión cuando sea adulto. Así que, el
bautismo es para los que tienen la edad suficiente para creer, confesar su
fe en Cristo, arrepentirse de sus pecados, y tener la habilidad para tomar
la decisión de seguir a Cristo (Hechos 8:12, 36; 16:33; 18:8).
¿Por qué es necesario ser bautizado?
Es necesario para que obedezcamos a Dios y a Cristo (Mateo 28:18,19),
para recibir el perdón de nuestros pecados (Hechos 2:38), para lavar
nuestros pecados (Hechos 22:16; Hebreos 10:22), para recibir el don del
Espíritu Santo (Hechos 2:38; 5:32; Romanos 8:15; 2 Corintios 1:22; 5:
5; Gálatas 4:6 Efesios 1:13,14), para ser salvos (Marcos 16:15,16; 1
Pedro 3:21), para unirnos con Cristo (Romanos 6:3-6), para ser revestidos
de Cristo (Gálatas 3:26-27), para ser añadidos a la iglesia
de Cristo o sea al cuerpo de Cristo (Efesios 1:22-23; Hechos 2:41-47), para
ser santificados (Efesios 5:25-27), y para nacer de nuevo y ser renovados
por el Espíritu Santo (Jn, 3:5; Tito 3:5).
El acto del bautismo, aparte de la fe y el
arrepentimiento, no nos salva. Las acciones externas solamente no
pueden limpiar a la alma ni el espíritu de una persona (1 Pedro 3:
21, Juan 3:3-8). La razón por la cual el bautismo es eficaz es
porque ponemos nuestra fe en acción, confiando en Dios, invocando su
nombre (Hechos 22:16; Romanos 10:13), y apelamos ante Dios por una buena
conciencia (1 Pedro 3:21). Por parte de Dios, el bautismo es eficaz
porque nos concede el beneficio del sacrificio expiatorio de Jesús
al ser bautizados (Romanos 6:3-6). En el bautismo recibimos la
esperanza de la resurrección basada en la resurrección (1
Pedro 3:21). Através de la historia del cristianismo el
bautismo ha sido reconocido por cristianos fieles como la
demarcación que separa a los cristianos de los no-cristianos,
miembros de la iglesia de los no-miembros, y los salvos de los no-salvos.
Antes de ser bautizado quizás usted pueda
tener una medida de fe en Cristo y le sigue hasta cierto punto, pero no ha
sido unido con él (Romanos 6:3-6; Gálatas 3:27). El
bautismo es semejante a una ceremonia matrimonial. Es donde usted
hace su confesión de fe en Cristo y promete serle fiel (1 Timoteo 6:
12-13; 1 Juan 4:2-3, 15; Mateo 10:32-33; Lucas 12:8-9; Romanos 10:9-10).
Antes de ser bautizado usted estaba apartado de Cristo, y no hay
esperanza aparte de Cristo (Efesios 2:12). Sin embargo, en Cristo
usted tiene “toda bendición
espiritual” (Efesios 1:3), la
salvación (2 Timoteo 2:10) y el perdón de pecados (Efesios 1:
7; Colosenses 1:14). En el bautismo Dios nos transfiere de estar sin
Cristo a estar en Cristo. Es allí donde nos pone Dios
“en” Cristo (Romanos 6:3; Gálatas 3:27).
El bautismo es solo para quienes creen en Cristo
(Marcos 16:16), que se han arrepentido (Hechos 2:38) y se han comprometido
a vivir como cristianos (1 Pedro 3:21). Si usted cree en Cristo como
el Hijo de Dios, usted debe ser bautizado para estar en Cristo y así
convertirse en un cristiano y miembro de su iglesia ¿Cómo
puede hacer usted esto? Usted busque una iglesia o un predicador que
practique el bautismo por inmersión y solicite ser bautizado.
Si le piden a usted que esté de acuerdo con algo más
que la Biblia, déjelos y busque otra iglesia. Si un predicador
trata de decirle que el bautismo es una ceremonia simbólica y
que no tiene nada que ver con su salvación, no le crea.
Dedíquese al estudio de la Biblia sobre el bautismo y afirme
su creencia en lo que ella dice sobre el bautismo (Hechos 2:38; 22:16;
Marcos 16:16; 1 Pedro 3:21). Si usted no puede encontrar a nadie que
lo bautice según la verdad, usted puede pedirle a un amigo o
pariente que lo haga.
La Biblia no nos dice exactamente como llevar a cabo
o que palabras decir en el bautismo, pero lo siguiente sería
apropiado, reverente y agradable a Dios. Primero haga una
oración, confesando a Dios que usted es un pecador, pidiendo en esa
oración que Dios lo acepte como un cristiano, confesando que usted
cree en Cristo como el Hijo de Dios, y prometiendo seguir la verdad de Dios
por el resto de su vida. Usted y la persona que le va a bautizar
pueden descender al agua, ya sea un río, piscina o cualquier lugar
con suficiente agua para sumergirse completamente bajo agua. La
persona que le va a bautizar puede decir esto: “porque has confesado que crees que Cristo es el Hijo de
Dios, yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo para perdón de tus pecados” (Mateo
28:19; Hechos 2:38). El bautizador debe sumergirle por completa bajo
el agua momentáneamente. Cuando ascienda del agua sería
apropiado una vez más orar a Dios y darle gracias por Jesús
nuestro salvador, y porque le ha perdonado sus pecados, pidiéndole
que le siga ayudando a madurar en su vida cristiana.
Ya que usted ha sido bautizado, usted es como un
niño recién nacido o sea ya es un hijo de Dios (1 Pedro 2:2).
El Espíritu Santo ya está en usted para hacerlo santo o
sea para santificarlo (1 Corintios 6:11; Efesios 5:25-27; 1 Corintios 3:
16-17; 6:19-20). Ahora sí, usted es un miembro de la iglesia
por la cual Jesús murió en la cruz (Mateo 16:18; Hechos 20:
28). Su nombre está escrito en el libro de la vida, o sea, el
libro donde están escritos los nombres de los salvos (Apocalipsis 20:
15). Sus pecados ya han sido lavados (Hechos 22:16). Todo lo
que ya hemos mencionado, no quiere decir que usted nunca más va a
pecar (Romanos 7:15-25). La tentación es parte de la lucha del
cristiano. Pero ahora que usted es un cristiano no es necesario
bautizarse una y otra vez cada que usted comete un pecado. Cuando
cometa un pecado, arrepiéntase de ese pecado y ore a Dios para que
lo perdone (1 Juan 1:6-10). También, es necesario, buscar una
iglesia que crea en la Biblia, para que usted adore a Dios con otros
cristianos y así sea estimulado por ellos a vivir en Cristo.
Ya que usted ahora es un cristiano, debe portarse como un cristiano,
lo cual es el tema que trataremos en las próximas secciones.
La Vida Cristiana
Una vez que usted se ha hecho cristiano, usted debe
continuar viviendo una vida fiel y agradable a Dios. Si usted se
aparta de Cristo y otra vez vive una vida impía, o sea una vida de
pecado, usted puede perder su salvación. Algunos,
enseñan equivocadamente que una vez que usted es salvo, usted
siempre es salvo y que no importa lo que usted obre en el futuro. Sin
embargo, está enseñaza es contraria a lo que está
escrito en la Biblia (1 Corintios 9:27; 10:5-12; Gálatas 5:1-4; 1
Timoteo 4:1, 16; 2 Timoteo 4:10; Hebreos 3:12; 6:4-8; Santiago 5:19,20; 2
Pedro 2:20-22; Apocalipsis 2:4,5; Lucas 8:11-15; Juan 15:1-14). Si ya
siendo salvo es imposible perder nuestra salvación, entonces
habría menos motivación para vivir piadosamente. La
gracia de Dios no apareció solo para salvarnos, sino también
para cambiar nuestras vidas para mejor. Pablo dijo: “En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su
gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la
impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este
mundo con justicia, piedad y dominio propio” (Tito 2:11,12).
Así que, ya siendo cristianos.
¿Cómo debemos vivir? Se dicía de los
cristianos del primer siglo que ellos andaban en “el Camino” (Hechos 9:2;
19:9,23; 22:4; 24:14,22). La palabra “Camino” es
metafóricamente “la manera de vivir, la manera de actuar, la
manera de conducirse” (BAGD, 553-554). Jesús dijo que él era “el camino” (Juan 14:
6), o sea el medio para ir al cielo. La forma en que seguimos
“el camino” es imitando a Jesús en nuestras vidas.
Desde muy temprano en las enseñanzas cristianas, se habla de
dos caminos. Hay un camino en el cual debemos vivir y otro en el cual
no debemos vivir. Está el camino recto o justo y el malo o
injusto, el camino virtuoso y el del vicio, el que nos conduce a la vida
eterna y el que nos conduce a la muerte, el del Espíritu y el de la
carne o sea del hombre. La vida cristiana es “el camino de la justicia” (2
Pedro 2:21; cp. Mateo 7:13,14; Lucas 13:23,24).
Si la vida cristiana es como un “camino”
entonces vivir cristianamente es “andar” en el camino, y
así la Biblia frecuentemente usa la palabra “andar” para
describir la vida cristiana (BAGD, 649). El apóstol Juan hace un buen resumen
de esto: “De este modo sabemos que
estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él,
debe vivir como él vivió” (1
Juan 2:5b-6). En el aspecto pasivo no debemos andar según la
carne, en pecado, o en las tinieblas (Romanos 8:4; Efesios 2:1-2; 4:17;
Colosenses 3:5-7; 2 Tesalonicenses 3:6,11; 1 Juan 1:6; 2:11). En el
aspecto activo debemos andar según el Espíritu, en la luz, o
en la verdad (Romanos 8:4; 2 Corintios 5:7; Gálatas 5:16; Efesios 2:
10; 4:1; 5:2,8,15; Colosenses 1:10; 2:6; 4:5; 1 Tesalonicenses 2:12; 1 Juan
1:7; 2 Juan 4,6; 3 Juan 3,4).
El término griego similar a esto es la
palabra para describir el “camino de vida, la manera de conducirse, y
la manera de comportarse” (BAGD, 61). Los cristianos deben abandonar la pasada
manera de vivir o sea la vida de pecado (Efesios 4:22). y vivir vidas
justas en Cristo Jesús (1 Timoteo 4:12; Santiago 3:13; 1 Pedro 1:15;
2:12; 3:1-2, 16; 2 Pedro 3:11). Pablo dijo a la iglesia en Efeso:
“Con respecto a la vida que antes
llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje
de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos
engañosos” (Efesios 4:22; cp.
Colosenses 3:5-9). En cambio, “Ponerse
el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera
justicia y santidad” (Efesios 4:24;
cp. Colosenses 3:10). Es obviamente claro que como cristianos debemos
perseguir un estilo de vida definido.
¿Cómo definimos el camino de vida del
cristiano? El criterio no es un conjunto de reglas como los diez
mandamientos del Antiguo Testamento. Las reglas solo sirven para
dirigirnos a una autoridad superior que da validez a las reglas.
Aunque hay muchos mandamientos específicos sobre lo que
podemos hacer o no hacer como cristianos, el ejemplo verdadero es Dios
mismo. La razón por la cual cierta conducta es buena es porque
está de acuerdo con la manera que Dios actúa. La
razón por la cual cierta conducta no es buena es simplemente porque
Dios no actuaría de esa manera. Pablo dijo que como cristianos
nuestra “nueva naturaleza” debe ser “creada a imagen
de Dios” o “a
imagen de su Creador” (Efesios 4:24;
Colosenses 3:10). Pablo nos dice que debemos “imitar a Dios” (Efesios 5:
1). Jesús también dijo que Dios es nuestro ejemplo:
“Por tanto, sean perfectos,
así como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48). “Sean
compasivos, así como su Padre es compasivo” (Lucas 6:36). Pedro también dijo: “Sean ustedes santos en todo lo que hagan, como
también es santo quien los llamó; pues está escrito:
‘Sean santos, porque yo soy santo’” (1 Pedro 1:15-16). Cristo también es un
ejemplo perfecto para nosotros (Filipenses 2:5; 1 Pedro 2:21-24; 1
Corintios 11:1). Siendo que Dios mismo es nuestro ejemplo, nuestra
meta de imitar a Dios es una meta muy alta. Aunque nunca ejecutemos
esto a la perfección, viviremos mejor tratando de ser tan perfectos
y santos como Dios. Debemos ser estimulados por el ejemplo de Dios
para progresar moral y espiritualmente en santidad y, ya que la
perfección por el esfuerzo humano es imposible, debemos depender
más y más en la gracia y el amor sustentador de Dios.
Una palabra griega muy interesante que se usa en el
Nuevo Testamento es traducida “digno”. Esta palabra
significa “corresponder, comparable o semejante” (BAGD, 78). En muchos
pasajes del Nuevo Testamento se nos anima a vivir vidas
“dignas” de algo más. Esto significa que nuestras
vidas deben corresponder a, ser comparable, o igual a algo más.
Debemos vivir de “una manera digna
del evangelio de Cristo” (Filipenses 1:
27), “digna de Dios” (1 Tesalonicenses 2:12), y “digna del Señor, agradándole en
todo” (Colosenses 1:10). Debemos
vivir de “una manera digna del llamamiento
que han recibido” (Efesios 4:1).
¿Qué es nuestro llamado? “Dios no nos llamó a la impureza sino a la
santidad” (1 Tesalonicenses 4:7; cp. 1
Timoteo 4:9; Efesios 1:4). Dios nos “llamó
de las tinieblas a su luz admirable” (1
Pedro 2:9). Dios nos llama “hijos de
Dios” (1 Juan 3:1). Dios nos ha “llamado a ser santos” (Romanos 1:7; 1 Corintios 1:2). Los santos no son
unas pocas personas buenas que el Papa ha canonizado. Todo cristiano
es un santo. La palabra “santo” significa “el santo
o el sagrado,” y somos santificados, es decir somos hechos santos por
el bautismo (1 Corintios 6:11; Efesios 5:25-27). Dios nos ha llamado
a ser santos por lo tanto debemos comportarnos como santos.
El corazón de la vida cristiana es el amor (1
Corintios 13:1-3, 13). Pablo dijo: “No
tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros.
De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley” (Romanos 13:8). “En
efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: ‘Ama a tu
prójimo como a ti mismo’” (Gálatas
5:14; cp. Santiago 2:8; Mateo 22:36-40). Pablo nos da una
descripción bien detallada de cómo una persona que ama debe
comportarse (1 Corintios 13:4-7). Cristo mismo es nuestro ejemplo de
cómo debemos amar (Efesios 5:2,25; 1 Juan 3:23). Debemos amar
tal como él nos ha amado (Juan 13:34; 15:9-12). Una
razón por la cual el amor es muy importante en la vida del cristiano
es porque nuestro comportamiento exterior es la base de lo que somos
interiormente (Mateo 12:33-35; 15:18,19; 23:25,26; Lucas 6:43,44).
Para ser genuinos o verdaderamente buenos, debemos cambiar nuestro
corazón y actitud (Romanos 12:1,2; Salmos 51:10; 119:36; 2 Corintios
10:5; Efesios 4:22,23). Nuestra personalidad interior debe ser pura y
amable, para que nuestro comportamiento exterior sea bueno. En
nuestro esfuerzo de vivir cristianamente debemos evitar tanto las obras
externas pecaminosas como los pecados internos de un corazón
malvado.
Hay muchas otras cualidades o virtudes positivas que
son parte de la vida cristiana, como humildad, generosidad, paciencia,
hacer el bien a otros, devoción a Dios, compasión, y una
actitud de perdón (Efesios 4:32). Haga una lista de cualidades
buenas que usted debe esforzarse por lograr en su vida cristiana a partir
de estos pasajes de la Biblia: Mateo 5:3-9; Gálatas 5:22,23;
Colosenses 3:12-17; 1 Timoteo 6:11; Santiago 3:13,17,18; 2 Pedro 1:5-7.
Cuando ya recopile en su lista todas las cualidades buenas,
contrástelas con los vicios y malas cualidades que usted debe evitar
que se mencionan en estos pasajes: Romanos 1:29-31; 1 Corintios 6:
9,10; Gálatas 5:19-21; Colosenses 3:5-10; 1 Timoteo 1:9-11; 2
Timoteo 3:2-5; Santiago 3:14-16; 1 Pedro 2:1,2.
La mejor manera de aprender más sobre la vida
cristiana es leyendo las grandes secciones en el Nuevo Testamento que
hablan sobre este tema. Muchas de estas secciones componen
aproximadamente la segunda mitad de un libro del Nuevo Testamento. La
primera mitad es enseñanza o doctrina que explica la base religiosa
de por qué debemos vivir de tal manera. La segunda mitad del
libro nos dice cómo la fe cristiana es puesta en práctica en
nuestras vidas (Tito 2:1). Estudie las siguientes secciones de la
Biblia sobre cómo vivir la vida cristiana. La Biblia nos
enseña sobre muchas cosas, como la familia, negocios, nuestra
relación con el gobierno, integridad personal, moralidad sexual, y
muchas otras cosas (Mateo 5:1-7:28; 18:1-35; Romanos 12:1-14; Efesios 4:
17-6:20; Colosenses 3:1-4:6; 1 Tesalonicenses 4:1-12; Tito 2:1-11; Hebreos
12:1-13:19; Santiago 1:2-5:20; 1 Pedro 2:11-5:11). Ejercítate
como un cristiano en “la piedad” (1 Timoteo 4:7). “Segue
la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia y la humildad” (1 Timoteo 6:11).
La Iglesia
El significado de la palabra “iglesia”
en el griego es “asamblea, reunión, junta,
congregación, o iglesia” (BAGD, 240-41). Cuando usted se imagine la iglesia, no la
confunda con el edificio. La iglesia puede poseer un edificio u otra
propiedad, pero la iglesia se compone de gente que Cristo ha salvado.
Cuando usted se imagine la iglesia, no la confunda con su
organización, jerarquía, obispos, o estructura
denominacional. Reiteramos, la iglesia se refiere a gente que ha sido
salvada, y no de una organización o institución.
Aún antes que el Nuevo Testamento fuera escrito, como dos
siglos antes que Cristo naciera, los Judíos ya habían
traducido el Antiguo Testamento al griego. Ellos usaban el
término “iglesia” frecuentemente en el Antiguo
Testamento griego, y allí se usa con referencia al pueblo de Dios,
los Judíos. Igualmente, en el Nuevo Testamento la iglesia es
el pueblo de Dios.
La palabra “iglesia” se usa
también con referencia a la iglesia universal que se compone de
todos los cristianos del mundo. Este es el significado de lo que
Cristo dijo: “edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18).
También “iglesia” se usa con referencia a una
congregación local como por ejemplo la iglesia en Corinto (1
Corintios 1:2). “Iglesia” se usa con referencia a
cristianos reunidos para adorar a Dios (1 Corintios 11:18; 14:19). La
iglesia misma es nombrada con muchos otros términos descriptivos en
la Biblia. En el Nuevo Testamento no hay un solo nombre para la
iglesia. El nombre de una congregación puede ayudarnos a
localizar esa congregación incluyendo el nombre de la ciudad, o la
calle, o alguna otra ubicación. Este método es usado en
el Nuevo Testamento, por ejemplo cuando se hace referencia a “la
iglesia en Jerusalén” u otras ciudades (Hechos 8:1; 11:22; cp.
Romanos 16:1; 1 Corintios 1:2; 2 Corintios 1:1; 1 Tesalonicenses 1:1; 2
Tesalonicenses 1:1), o “las iglesias de Galacia”
(Gálatas 1:2; cp. Gálatas 1:22; 1 Tesalonicenses 2:14; 1
Corintios 16:1, 19; Apocalipsis 1:4). La ubicación se hace
aún más específica en el caso de “la
iglesia” que se reúne en la casa de alguien (Romanos 16:5; 1
Corintios 16:19; Filemón 2).
Otro principio muy evidente en el Nuevo Testamento
es la designación de la iglesia que da la gloria a Dios o a Cristo,
y no a un ser humano como Pablo, Pedro, Maria o Juan (1 Corintios 1:10-17).
Así la iglesia es conocida como “la
casa de Dios” (1 Timoteo 3:15), “la iglesia de Dios”
(1 Corintios 1:2; 10:32; 11:16,22; 15:9; 2 Corintios 1:1; Gálatas 1:
13; 1 Tesalonicenses 2:14; 2 Tesalonicenses 1:4; 1 Timoteo 3:5; Hechos 20:
28), “la iglesia del Dios viviente” (1 Timoteo 3:15), “la
iglesia del Señor” (Hechos 20:28;
nota), “las iglesias de Cristo” (Romanos 16:16), o “la
iglesia...en Dios el Padre y en el Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 1:1). En lugar de usar un
nombre que resalta una doctrina específica o un ser humano,
sería mejor usar un nombre que da gloria y loor a Dios y Cristo.
Después de todo, la iglesia les pertenece a ellos.
La naturaleza de la iglesia es ilustrada en muchas
metáforas usadas para describirla. La iglesia es comparada con
un edificio o casa (1 Corintios 3:9; Hebreos 3:6; 1 Timoteo 3:15). La
iglesia es “templo de Dios,” porque Dios mora en nosotros
individualmente y colectivamente (1 Corintios 3:16,17; 6:19,20). Este
templo no está hecho de piedra o ladrillo, sino de seres humanos que
son “piedras vivas” (1 Pedro 2:5). La iglesia es el “cuerpo de Cristo” y
Cristo es la “cabeza del cuerpo” (Efesios 1:22,23; 4:4,15,16; Colosenses 1:18,24).
Para cambiar ligeramente la metáfora, la iglesia es un cuerpo
y nosotros como miembros de ese cuerpo tenemos diferentes talentos siendo
mutuamente dependientes unos de otros (Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:
14-26). Las metáforas del cuerpo, la casa o familia de Dios
resaltan nuestra confraternidad o compañerismo (Mateo 12:49,50;
Efesios 2:19; 2 Corintios 6:18; 1 Timoteo 5:1,2). Los cristianos
comparten en el gozo y tristeza de sus hermanos en Cristo (Romanos 12:15; 1
Corintios 12:26; Gálatas 6:2, 10). La iglesia es una
confraternidad en muchas maneras (Hechos 2:42; 1 Corintios 1:9;
Gálatas 2:9; Efesios 3:9; Filipenses 3:10; 1 Juan 1:3,6,7). La
iglesia es la esposa de Cristo, así que debemos ser puros, sin
mancha y santos para que algún día vivamos en el cielo con
Cristo (Efesios 5:22-32; 2 Corintios 11:2). El apóstol Pedro
describe a la iglesia en una manera muy hermosa usando imágenes del
Antiguo Testamento (1 Pedro 2:9,10):
Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las
obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz
admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora
son pueblo de Dios; antes no habían recibido
misericordia, pero ahora ya la han recibido.
La organización de la iglesia es muy simple.
Cristo está a la cabeza. Esto es evidente por las
diversas metáforas que se usan para describir su relación con
la iglesia. El es “el Pastor supremo” (1 Pedro 5:4),
él es la “cabeza” (Efesios 1:22-23; 4:4, 15-16; Colosenses 1:18, 24),
él es “la piedra angular” (Efesios 2:20), y él es el “fundamento” (1
Corintios 3:11). Las congregaciones locales de la iglesia en la
época del Nuevo Testamento eran supervisadas por ancianos llamados
también obispos y pastores (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5:
1-4; Filipenses 1:1; Hechos 20:28; Efesios 4:11; 1 Tesalonicenses 5:12;
Hebreos 13:17). Los ancianos estaban al cuidado de la
congregación de la cual ellos eran miembros. No habían
ancianos u obispos gobernando sobre varias congregaciones. Las
congregaciones estaban sujetas en obediencia a Cristo y los
apóstoles, y ninguna congregación gobernaba sobre otra
congregación. Los ancianos eran asistidos en su obra por
hombres que eran nombrados como diáconos o siervos de la iglesia (1
Timoteo 3:8-13; Filipenses 1:1). Además, el deseo de Cristo
era que su iglesia fuera unida. La unidad es la meta deseable para la
iglesia, porque en la unidad hay honra al Señor y eficiencia en
nuestra obra (Juan 13:34; 17:20-21; Romanos 12:16; 15:5; 1 Corintios 1:10;
3:3; 2 Corintios 13:11; Efesios 4:3; Filipenses 2:2).
¿Cómo puede hacerse miembro de la
iglesia? Si usted es un creyente bautizado para el perdón de
sus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo, usted vino a ser un miembro de la iglesia cuando fue bautizado
“en Cristo”. Ya que la iglesia es el “cuerpo de
Cristo,” usted ya está en la iglesia porque usted está
en Cristo (Gálatas 3:27; Romanos 6:3). Aún así,
usted debe unirse a una congregación de creyentes fieles al
Señor. Usted necesita el estímulo y el amparo mutuo de
otros cristianos (Hebreos 3:13; 10:24-25). Es muy difícil
vivir el cristianismo solitariamente. Esta es una de las razones por
la cual Cristo vino, no solo para salvar al ser humano individualmente sino
también para edificar su iglesia.
Es necesario notar algunos errores sobre la doctrina
de la iglesia. Aunque el apóstol Pedro ayudó y fue un
instrumento importante en el establecimiento de la iglesia después
de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, a él
nunca se le dio el gobierno sobre la iglesia. Pedro predicó el
evangelio y convirtió a mucha gente al Señor (Hechos 2:14-47;
10:1-48). También escribió dos epístolas del
Nuevo Testamento y fue pastor de muchos cristianos del primer siglo (1
Pedro 5:1; Juan 21:15-17). Sin embargo, cualquier derecho y
privilegio dado a él (Mateo 16:17-19) fue también dado a los
otros apóstoles (Mateo 18:1,18; Juan 20:23). Pedro y los otros
apóstoles fueron parte del fundamento de la iglesia en el sentido de
que ellos fueron los primeros predicadores y testigos de la
resurrección del Señor Jesucristo (Efesios 2:20; 1 Corintios
12:28; Apocalipsis 21:14), pero la iglesia fue edificada principalmente
sobre Cristo (Efesios 2:20; 1 Pedro 2:6-8). Pablo dijo: “Porque nadie puede poner un fundamento diferente del
que ya está puesto, que es Jesucristo” (1 Corintios 3:11). Nada está escrito en el
Nuevo Testamento de que Pedro es el gobernante de la iglesia como Papa, de
igual manera que nada está escrito de sucesores de Pedro a ninguna
posición gobernante. Pedro mismo rehusó la
adoración hacia él (Hechos 10:25,26) y en ocasiones fue
corregido del error por otros (Gálatas 2:11-14). El no tuvo la
autoridad en él mismo para solucionar contiendas entre hermanos
(Hechos 15:1-30). Por lo tanto, la veneración,
exaltación y poder atribuido a Pedro y a sus supuestos sucesores
como Papas en Roma por el Catolicismo Romano son un insulto a la
posición que debe ser de Cristo en la iglesia.
La iglesia está compuesta de un sacerdocio de
todos los creyentes (1 Pedro 2:9; Apocalipsis 1:6; 5:10). Todo
cristiano puede acercarse al trono de Dios Padre en oración y
adoración (Hebreos 10:19-22; Romanos 5:1,2; Efesios 2:18; 3:12; 1
Juan 2:1-2) por la mediación de Jesucristo nuestro sumo sacerdote (1
Timoteo 2:5; Hebreos 2:14-18; 4:14-5:10; 7:1-10:39). Para el
cristiano no es necesario acercarse a Dios, a través de un mediador
o sacerdote humano para recibir el perdón y la salvación de
Dios. Tampoco es necesario ir a un sacerdote humano para confesar
nuestros pecados. La confesión de pecados puede hacerse a
cualquier cristiano y, más importante, la confesión de
pecados puede ser hecha a Dios en la oración (Santiago 5:16; 1 Juan
1:9). Además, ningún ser humano, inclusive un sacerdote
Católico Romano tiene el poder o derecho para absolver o perdonar el
pecado de otro ser humano. Ningún ser humano puede ponerse en
la posición de Dios con el poder de salvar o condenar en su mano.
Como seres humanos tenemos el poder de enseñar o retener la
verdad, lo cual puede afectar la salvación de otros (Hechos 13:
38,39; Mateo 18:5,6,18; 23:13; Lucas 11:52), pero Dios es el juez absoluto
que perdona o condena.
Otro error que muchos religiosos pratican es la
veneración y adoración a Maria, la madre de Jesús.
Maria fue una mujer Judía muy buena, que fue escogida “entre las mujeres” para
ser la madre de Jesucristo (Lucas 1:39-43). Pero la Biblia nos dice
poco de la vida de Maria. En la crucifixión y muerte de
Jesús ella fue puesta al cuidado del apóstol Juan por el
mismo Jesús (Juan 19:25-27). Maria y sus otros hijos fueron
creyentes en Jesús (Hechos 1:14). En la Biblia no hay ninguna
oración dirijida a ella. Tampoco está escrito que ella
tuviera algún poder milagroso. Ella no permaneció en un
estado virginal después del nacimiento de Jesús (Mateo 1:
24-25; 13:54-56; Marcos 6:3; Lucas 2:7). Ella fue un buen ejemplo de
humildad y sumisión a Dios (Lucas 1:38), pero no era de naturaleza
divina. Ella no es salvadora ni mediadora, y no debemos dirigir
nuestras oraciones a ella. La posición que el Catolicismo
Romano le da a Maria es una usurpación del lugar que Cristo debe
tener en nuestra devoción y también es un insulto a su
señorío (Colosenses 1:15-20; Romanos 8:34; 1 Timoteo 2:5; 1
Juan 2:1,2).
Servicio y Evangelismo
Ya que la iglesia es el cuerpo de Cristo, la obra de
la Iglesia es llevar la misión de Cristo al mundo. Como una
nación de sacerdotes obramos unidos para servir a Dios (Hebreos 9:
14; 1 Pedro 2:5,9). Unos son nombrados para obras especiales, como la
de ser ancianos, diáconos, predicadores, o maestros, pero todo
cristiano debe ser siervos o ministros conforme a su habilidad en la tarea
del Señor (Efesios 4:11-13; Mateo 20:26-28; 25:44,45; Romanos 16:
1,2). Nuestra tarea es servir a Dios y al ser humano. Nuestro
servicio a Dios en la adoración será tratado en la siguiente
sección.
Consideremos la doble misión de la iglesia, a
la iglesia misma y al mundo. En primer lugar, la iglesia debe servir
a sus mismos miembros, edificándolos, perfeccionándolos,
ayudándolos a desarrollarse espiritualmente, y a mantenerse salvos
(Efesios 4:11-13; Colosenses 1:28). Los que son predicadores o
maestros en la iglesia ayudan a otros a desarrollarse espiritualmente
enseñándoles más de la verdad de Dios (Efesios 4:11; 1
Timoteo 4:11-16; 2 Timoteo 2:2; 3:10-4:5). El cristiano debe ayudar a
otros cristianos con sus necesidades físicas (Hechos 11:29;
Gálatas 6:10; 2 Corintios 8:1-9:15; 1 Juan 3:17,18). Sirviendo
a otros seguimos el ejemplo de Cristo (Mateo 20:28; Filipenses 2:7,8).
La mayor parte de los cristianos se gozan en la confraternidad entre
unos y otros formando amistades dentro de la iglesia. Al igual que en
una familia, la iglesia en ocasiones tiene que disciplinar a sus mismos
miembros, en la esperanza de traer al extraviado al arrepentimiento e
impedir que el pecado se desarrolle más en la iglesia (1 Timoteo 1:
20; 1 Corintios 5:1-13; Mateo 18:15-17; 2 Juan 10,11; 2 Tesalonicenses 3:
14,15; Tito 3:10,11).
En segundo lugar, la misión de la iglesia
está dirigida al mundo. El cristiano vive en el mundo pero no
debe vivir como el mundo (Juan 8:23; 15:19; 17:15-18), al igual que una
barca se mantiene flotando mientras no se llene de agua. Los
cristianos no deben participar de los pecados del mundo (2 Corintios 6:
14-17). Nuestras vidas deben ser la luz del mundo, ejemplificando la
correcta manera de vivir (Mateo 5:13-16; 1 Pedro 2:12; 3:15,16; Filipenses
2:15). Los cristianos son el ejército de Dios en este mundo,
luchando contra el pecado y la maldad (2 Corintios 10:3-5; Efesios 6:
10-17). El cristiano no usa la violencia o medios de maldad.
Sino que usa la persuasión, un buen ejemplo, y la
proclamación de la verdad para evangelizar al mundo (Mateo 28:19,20;
1 Corintios 9:16). Pablo lo dijo elocuentemente: “Dios...nos dio el ministerio de la
reconciliación...Así que somos embajadores de Cristo, como si
Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: En nombre de
Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios” (2 Corintios 5:18-20).
Es muy popular para los no-cristianos tratar con
ligereza las fallas de la iglesia. Puesto que la iglesia está
compuesta de seres humanos falibles que cometen errores, la iglesia en si
misma no es perfecta. El cristiano reconoce que él no es
perfecto, pero también sabe que Cristo sí es perfecto.
Es pues a Cristo a quien los no-cristianos deben mirar cuando hacen
juicio del cristianismo. Aún cuando uno considera los muchos
errores que el cristiano comete, una justa evaluación de la
evidencia nos muestra que la iglesia a través del tiempo ha hecho
más cosas buenas que malas. Mucho de lo malo atribuido a la
iglesia aconteció en el nombre de Cristo, pero fue hecho por
iglesias falsas o por no-cristianos. Esta gente usó el nombre
de Cristo como un escudo para justificar sus hechos profanos. Los
verdaderos creyentes han hecho inmensurable bien en el mundo a
través de la oración, benevolencia, apoyando los valores de
la familia, enseñando la verdad, obras caritativas, y muchas otras
obras buenas. La iglesia está compuesta de la mejor gente del
mundo. Aunque todo cristiano y congregación tiene lugar para
mejoras, la iglesia ha sido como una ciudad en un monte con su faro
luminoso para guiar al ser humano al cielo (Mateo 5:14-16).
Adoración
La obra de la iglesia no solamente está
dirigida a sí misma y al mundo, sino que también está
dirigida a Dios en adoración. ¿Qué pues, es la
adoración? La adoración puede definirse ampliamente
como todo lo que hacemos en el servicio a nuestro Dios (Romanos 12:1,2).
La verdad que aprendemos de esta definición es que toda
nuestra vida debe vivirse para Dios (Colosenses 3:17). No debemos
darle a Dios una o dos horas a la semana en adoración y
después olvidarnos de él y vivir para nosotros mismos el
resto de la semana. Todo lo que hacemos debe hacerse de tal manera
que seamos agradables a Dios y obedientes a su voluntad. Pero este
sentido amplio de la adoración no es nuestro enfoque principal en
esta sección. Una definición más limitada de la
adoración es “reverencia y alabanza a un ser divino”.
La adoración atribuye valor a Dios. Una palabra
del griego que frecuentemente se traduce como
“adoración” en el Nuevo Testamento significa “caer
en adoración, hacer reverencia, postrarse” (BAGD, 716-17; cp. Mateo 2:2,8,11; 4:
9,10; Juan 4:23,24; 1 Corintios 14:25; Apocalipsis 4:10; 5:14). La
adoración es dar loor y honra a Dios por su gran gloria.
Considere ambiente ante el trono de Dios en el cielo para que tenga
un sentido de lo que la adoración implica (Apocalipsis 4:1-5:
14; Isaías 6:1-5; 56:7; Mateo 21:13). No considere a Dios como
un Dios egocéntrico que es vano y que quiere que le adoremos solo
para satisfacer su ego (Hechos 17:24,25; Salmos 50:10-12). Dios nos
manda que le adoremos, porque es para nuestro beneficio. Necesitamos
la adoración para poder cumplir con nuestra naturaleza como seres
espirituales. Con la adoración a Dios, animamos a otros y nos
ayudamos a nosotros mismos.
Ya que Dios es omnipresente, la adoración
puede ser hecha en cualquier lugar. No es necesario un lugar sagrado
o un edificio especial para adorar a Dios (Juan 4:19-24). Se puede
adorar a Dios en un edificio alquilado, en casas, al aire libre, o en un
edificio propio de la congregación (Romanos 16:5; 1 Corintios 16:19;
Colosenses 4:15; Hechos 2;46; 5:42; 16:13; 20:7,8). La
adoración cristiana no se determina por adornos exteriores, sino por
la interna devoción que sentimos en nuestro corazón para con
Dios. Es por esto que una vida pura y un corazón sincero son
corolarios esenciales para la adoración aceptable a Dios (Salmos 15:
1-5; 24:3,4; Mateo 5:8). Dios es un ser espiritual, y así
nuestra adoración a Dios debe fluir de nuestro corazón.
Jesús dijo: “Dios es
espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en
verdad” (Juan 4:24). Si usted
es un cristiano y no puede encontrar una iglesia que sea fiel a la verdad
de Dios, usted puede adorar a Dios en su casa con su familia y amigos.
La iglesia primitiva se congregaba en el primer
día de la semana, el domingo, para adorar (Hechos 20:5-7; 1
Corintios 16:1-2). Los judíos adoraban el séptimo
día de la semana, el sábado, es decir el sabático
judío, pero los cristianos no continuaron con esta costumbre.
Ya que Cristo fue resucitado el primer día de la semana, este
día vino a ser conocido como “el día del
Señor” y era el día en que los cristianos del primer
siglo se congregaban para adorar (Apocalipsis 1:10; Mateo 28:1; Marcos 16:
1-2). Por supuesto, no hay nada malo en que los cristianos ejecuten
la mayor parte de las funciones de la adoración en cualquier tiempo.
Es bueno y nos ayuda en el desarrollo espiritual si tomamos el
tiempo, para apartarnos a leer la palabra de Dios y hacer oración a
Dios durante de la semana (Mateo 6:6). Muchos cristianos se gozan
congregándose en las casas o en otros lugares para cantar himnos,
orar a Dios, estudiar la palabra de Dios, y beneficiarse de la
confraternidad cristiana (Hechos 2:46; 5:42). Reúnase con
otros cristianos cuantas veces usted desee, pero desarrolle el
hábito de congregarse con otros cristianos el domingo para adorar a
Dios, a no ser que por enfermedad no pueda hacerlo (Hebreos 10:25).
Usted necesita el ánimo que resulta de la adoración y
de la confraternidad con otros cristianos.
No todo lo que los cristianos hacen en la asamblea
del domingo es adoración en el estricto sentido de mostrar
reverencia a una deidad. Otro propósito de la asamblea del
domingo es animarnos, enseñar la palabra de Dios, cantar salmos, y
exhortarnos unos a otros (1 Timoteo 4:13; 1 Corintios 14:19,26). Los
cristianos cantan en la adoración. Unos cantos deben ser para
alabar a Dios y Cristo, otros cantos deben ser para exhortarnos y animarnos
unos a otros (Efesios 5:19,20; Colosenses 3:16; Hechos 16:25; 1 Corintios
14:15). Leer la Biblia es muy característico en la
adoración cristiana, lo cual es de mucho beneficio para el cristiano
(Apocalipsis 1:3; 1 Timoteo 4:13; 1 Tesalonicen-ses 5:27). La
enseñanza, la exhortación y la instrucción basada en
la Biblia son otras características de la adoración cristiana
y son muy importantes en el desarrollo cristiano (1 Timoteo 4:13-16; 5:17;
2 Timoteo 2:1-2; 3:10,16; Hechos 20:20,21; Santiago 3:1). La asamblea
es también para el compañerismo, y para compartir juntos
nuestra devoción común (Romanos 12:3-8,15; 16:16; 1 Corintios
16:20; 1 Juan 1:3,4).
La iglesia tiene la tesorería que se usa para
obras benevolentes, para sostener sus líderes, y para una variedad
de necesidades (Romanos 12:13; 15:25-27; 1 Corintios 9:1-14; 2 Corintios 8:
1-9:15; Hebreos 13:1-3; 1 Timoteo 5:3-18; Santiago 1:27). El domingo
es un momento conveniente para ofrendar a la tesorería de la iglesia
(1 Corintios 16:2). Así demostramos nuestro
compañerismo. En realidad, la palabra del griego para
“asociación, comunión, compañerismo,
relación familiar” es usada en referencia a la
contribución a la obra de la iglesia, lo cual es “generosidad,
sentimientos sobre el compañerismo, participación” como
“signo de compañerismo o prueba del amor cristiano” (BAGD, 438-39; 2 Corintios 8:4; 9:
13; Romanos 15:26; Hebreos 13:16). Los judíos usaban un
sistema de diezmo, es decir, ofrendaban el diez por ciento. Los
cristianos usan un sistema más flexible para ofrendar, según
como uno haya prosperado y según haya necesidad (1 Corintios 16:
1,2).
La oración es una forma esencial tanto de la
adoración pública como de la privada. Los cristianos
creen que Dios existe, que oye las oraciones, que ama al ser humano, y que
contesta las oraciones. Dios no siempre nos da lo que le pedimos,
especialmente cuando no es lo mejor para nosotros, pero podemos estar
seguros que la voluntad de Dios es nuestro bienestar espiritual (Romanos 8:
28). Todos debemos desarrollar el hábito de orar regularmente
(1 Tesalonicenses 5:17; Romanos 12:12; Colosenses 4:2; Lucas 18:1).
Evite cosas que pueden estorbar su vida de oración, como
problemas en el hogar (1 Pedro 3:7), un espíritu sin misericordia
(Mateo 6:14,15; Efesios 4:32), insinceridad, falta de arrepentimiento
(Salmos 66:18; Isaías 1:15), pecado no confesado (1 Pedro 3:12), o
falta de fe en Dios (Santiago 1:6-8). Por otro lado, hay muchas cosas
que pueden ayudarnos en nuestra vida de oración, como por ejemplo
una vida moral (Salmos 24:3,4), un espíritu obediente (1 Juan 3:
21-22), una actitud reverente (Mateo 6:9), humildad, fe en Dios (Mateo 21:
22; Marcos 11:24), sinceridad (Mateo 6:5,6; Salmos 17:1), y un
corazón agradecido (Colosenses 4:2; Filipenses 4:6). Nuestro
Señor es nuestro gran ejemplo de alguien que oraba a Dios (Juan 17:
1-26; Mateo 14:23; 26:36; Lucas 5:16; 6:12; 9:28), también
enseñó mucho sobre la oración (Lucas 11:5-13; 18:1-8),
como también otros enseñaron sobre la oración (1
Tesalonicenses 5:16-25; 1 Timoteo 2:1-8; Santiago 5:13-18). Los
discípulos querían que Jesús les enseñara a
orar. La oración del Señor es un modelo perfecto ya que
es un perfil de lo que uno debe decir en una oración:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la
tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan cotidiano.
Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos
perdonado a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en
tentación, sino líbranos del maligno (Mateo 6:9-13; cp. Lucas
11:1-4).
La cena del Señor o comunión es un
servicio memorial que honra a Jesucristo. Fue instituida por
Jesús cuando celebró la última pascua con sus
discípulos (Mateo 26:17-30; Marcos 14:22-24; Lucas 22:14-23; 1
Corintios 11:23-26). El les dijo a sus discípulos: “Hagan esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:24,25). El propósito de
la cena del Señor es para recordar la muerte y resurrección
de Jesús (1 Corintios 11:24-26). La cena del Señor no
debe ser un banquete para llenar nuestro estómago (1 Corintios 11:
34). Su propósito es la meditación, el autoexamen y la
adoración (1 Corintios 11:27,28). Es también el tiempo
para compartir el compañerismo y mostrar la unidad con otros
creyentes (1 Corintios 10:16,17; 11:29-33). El pan y el fruto de la
vid son simbólicos para recordar el cuerpo y la sangre del
Señor. El pan se usa sin levadura, porque la levadura es
símbolo del pecado. Como el sacrificio perfecto por nosotros
nuestro Salvador fue sin pecado, así el pan sin levadura nos hace
recordar del cordero sin mancha, nuestro Salvador (1 Corintios 5:7; Marcos
14:1). Esto hace que la cena del Señor sea una buena
oportunidad para renovar nuestro compromiso de tratar de conquistar el
pecado en nuestras vidas (1 Corintios 11:27-32). El fruto de la vid
es jugo de uva, que por su color y apariencia nos recuerda la sangre de
Jesús derramada por nuestros pecados. Los cristianos deben
participar de la cena del Señor cada primer día de la semana
como una expresión de la unidad de la iglesia que se reune cada
domingo (1 Corintios 10:16,17), como un recordatorio de que Cristo
está vivo y presente por su resurrección (1 Corintios 11:26),
porque es el día del Señor, y una imitación de la
práctica de la iglesia primitiva (Hechos 20:5-7; 1 Corintios 16:
1,2).
La celebración de la cena del Señor en
la iglesia Católica Romana es llamada la misa, y está
enlazada con la falsa doctrina de la transubstanciación. Ellos
creen que el pan y el jugo de la vid se transforman en el cuerpo y en la
sangre de Jesús y que él es sacrificado nuevamente durante
esta ceremonia. Pero la Biblia nos dice que el sacrificio y muerte de
Jesús fueron hechos una sola vez para siempre y que es eficaz para
todo ser humano (Hebreos 7:27; 9:12, 24-28; 10:10-14; Romanos 6:9).
Jesús no es sacrificado cada vez que se celebra la cena del
Señor. Cuando Jesús dijo en referencia al pan: “Tomen y coman; esto es mi cuerpo,” y de la copa: “Beban
de ella todos ustedes. Esto es mi sangre” (Mateo 26:26-28), él estaba hablando
metafóricamente. El obviamente no dio a entender que en
realidad eran su cuerpo y sangre, porque tenía el pan y la copa en
sus manos. Esto es figurativo como muchas otras cosas que él
dijo (Juan 10:7,14; 15:5; Mateo 5:13,14). En lugar de la
transubstanciación, los cristianos creen que Cristo está
presente espiritualmente cuando la iglesia se reúne para adorar
(Mateo 18:20). El pan y la copa son recordatorios simbólicos
de su presencia y de su cuerpo y sangre que él ofreció por
nuestros pecados en la cruz.
El Nuevo Testamento no nos da un orden fijo en el
cual el servicio de adoración debe ser conducido. A los
hombres les ha sido dado el rol de líderes en la asamblea de
adoración, como también en el hogar y la iglesia en general
(Génesis 1:26,27; 2:18; 3:16; 4:7; 1 Corintios 11:2-16; 14:33b-36;
Gálatas 3:28; Efesios 5:21-33; Colosenses 3:18,19; 1 Timoteo 2:1-15;
3:1-13; 1 Pedro 3:1-7). La adoración debe hacerse con la
actitud correcta, decentemente, con orden y conforme a la verdad de Dios
(Juan 4:24; 1 Corintios 14:40). Un servicio de adoración
semejante a lo siguiente le agradaría a Dios si se hace
reverentemente. Cuando usted se reúna con otros cristianos,
pueden empezar el servicio de adoración con una oración a
Dios. Después pueden cantar cantos y hacer más
oraciones. Pueden leer un capítulo de la Biblia para que todos
lo escuchen. Si hay alguien calificado para enseñar, la
instrucción a partir de la Biblia, en forma de sermón, es
algo muy común. La cena del Señor debe ser observada si
es el domingo en algún momento durante la adoración
quizás con más cantos y oraciones. La asamblea es un
tiempo muy conveniente para juntar las ofrendas de los hermanos, si es el
domingo, la cual se usa para ayudar a los necesitados y a otras obras de la
iglesia. Anuncios de importancia se pueden hacer para que todos
estén informados. Por ejemplo, tomar nota de los que
están enfermos para que oren por ellos y los visiten. Pueden,
después de todo esto, concluir con una oración o un canto.
Cantos, oraciones, lectura de la Biblia, instrucción de la
Biblia, la cena del Señor, y la recolección la ofrenda son la
forma tradicional en que los cristianos han conducido sus servicios de
adoración siempre.
El Futuro
El concepto del cristianismo sobre la historia es
que el mundo tuvo un principio, al cual le llamamos la creación
(Génesis 1), y que esta creación será consumada en la
segunda venida de Cristo. Después de la venida de Cristo,
todos estaremos ante Dios y Cristo para recibir el juicio.
Después del juicio todos serán enviados a uno de dos
lugares: al cielo o al infierno por toda la eternidad. Dios es
soberano y obra su voluntad en la historia, y el objetivo de todas las
cosas en este mundo es la completa glorificación de Jesucristo como
Señor (Filipenses 2:9-11; Colosenses 1:16). La vida proviene
de Dios y la esperanza de la vida eterna reposa en él completamente
(1 Timoteo 6:16). ¿Donde cabe usted en este plan divino?
Usted debe interesarse en lo que el futuro depara para su destino
(Salmos 90:12; Santiago 4:14; Mateo 16:26).
Ya que somos humanos, todos moriremos un día.
La Biblia no enseña la reencarnación o la
transmigración del alma en una serie de nacimientos, vidas y
muertes. Solo morimos una vez (Hebreos 9:27). Somos mortales;
sin embargo, porque somos también seres espirituales, una parte de
nosotros vive después de la muerte (2 Corintios 5:1; 2 Pedro 1:
13,14). Desde el punto de vista espiritual, la muerte es definida
como el momento que el alma sale del cuerpo (Santiago 2:26). Nosotros
naturalmente tememos a la muerte, pero el Evangelio nos da esperanza y nos
ayuda a vencer este temor (Salmos 39:5; Romanos 7:24; Hebreos 2:15; 1
Corintios 15:26; Filipenses 1:21-23). El Antiguo Testamento no dice
mucho de la vida después de la muerte. Esta explicación
fue encargada a Jesús y al Nuevo Testamento para que se nos
explicara completamente. Pablo dijo que Cristo “sacó a la luz la vida incorruptible mediante el
evangelio” (2 Timoteo 1:10).
Jesucristo es el que puede quitar el aguijón de la muerte, que
es el pecado, dándonos la victoria sobre la muerte (1 Corintios 15:
54-57).
¿Cuál es la condición del alma
entre la muerte y el día del juicio? Este es el estado
intermedio. Unos creen que el alma está dormida durante este
tiempo y que despierta cuando Cristo venga la segunda vez. La Biblia
usa el término “dormir” para describir a uno que
está muerto, pero esto es solamente una descripción de
cómo parece un cuerpo muerto para los que están vivos (1
Tesalonicenses 4:13). El muerto está dormido en el sentido que
ya ha dejado de actuar en este mundo material (Apocalipsis 14:13).
Otros pasajes de la Biblia implican que el alma del muerto
está consciente después de la muerte (2 Corintios 5:8; Lucas
16:19-31). El alma o espíritu del muerto va al Hades que
también se llama el Seol. El Hades está dividido en dos
partes (Lucas 16:26). La parte buena se llama el paraíso y
allí están los que son salvos (Lucas 23:39-43; Hechos 2:27).
La parte mala se llama el tormento y allí están los que
son condenados (Lucas 16:23). Nuestro destino eterno se sella en el
momento de la muerte. La Biblia no revela nada sobre una segunda
oportunidad para ser salvos después de la muerte. Igualmente,
la Biblia no revela nada sobre un purgatorio o un fuego castigador donde
los cristianos sufren para ser limpiados antes de ir al cielo. Si
usted es un fiel cristiano cuando muere, la expiación de Jesucristo
ya ha cubierto todos sus pecados (1 Juan 1:6-10). La doctrina del
Catolicismo Romano sobre el purgatorio, equivocadamente pone un
límite sobre el poder de Dios para perdonar los pecados del hombre
por medio de la sangre de Jesús.
El fin de este mundo será cuando Cristo venga
por segunda vez. Nadie sabe cuando será (Mateo 24:44).
Jesús dijo que solo Dios el Padre sabe el día y la hora
(Mateo 24:36). Usted debe cuidarse de los que ponen fechas al fin del
mundo y anuncian que pueden leer las señales y que saben
cuándo esto va a ocurrir. Dios ha prometido que Jesús
retornará por segunda vez, y Dios siempre cumple sus promesas.
Aunque algunos duden, nosotros debemos mantenernos fieles en la fe.
Algunos intentarán hacer que Dios obre por el itinerario del
hombre, pero Dios obrará según su voluntad (2 Pedro 3:1-14).
El cristiano debe mantenerse listo siempre, porque no sabemos
cuándo Jesús vendrá por segunda vez (Mateo 24:44).
La doctrina sobre la segunda venida de Jesús y el fin del
mundo debe motivarnos a vivir una vida santa. Como dijo Pedro: “Ya que todo será destruido de esa manera,
¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una
conducta intachable?” (2 Pedro 3:11).
Debido a que la segunda venida de Jesucristo significa la
salvación y un hogar celestial para los cristianos, se la describe
como nuestra “bendita esperanza” (Tito 2:13).
Cuando Cristo vuelva a este mundo, entonces
habrá una resurrección general de todo ser humano.
Jesús dijo: “Porque
viene la hora en que todos los que están en los sepulcros
oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han
hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han
practicado el mal resucitarán para ser juzgados” (Juan 5:28-29). Los que están muertos
resucitarán; y los que estén vivos se reunirán con
ellos para ser juzgados, y después la eternidad (1 Tesalonicenses 4:
13-18). Una transformación acontecerá cuando nuestra
alma o espíritu se reúna con nuestro cuerpo otra vez.
Dios nos dará un cuerpo nuevo incorruptible que jamás
morirá (1 Corintios 15:35-37). No sabemos la naturaleza exacta
de esta nueva existencia, pero sí sabemos que seremos semejante al
cuerpo resucitado de Jesús (1 Juan 3:2).
Inmediatamente después de la segunda venida
de Cristo y del fin del mundo, habrá un juicio general de todo ser
humano. Seremos juzgados por Dios y Cristo (Juan 5:22, 27; Hechos 17:
30-31; Romanos 14:10; 2 Corintios 5:10; 2 Timoteo 4:1; Hebreos 12:23).
Dios nos juzgará según nuestras obras en esta vida y
por el criterio de la Biblia (Apocalipsis 20:12; Juan 12:48; Romanos 2:6,
16). Habrá una gran separación, unos serán
salvos y otros serán condenados (Mateo 25:31-46). A los salvos
Cristo les dirá: “Vengan
ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino
preparado para ustedes desde la creación del mundo” (Mateo 25:34). A los condenados les dirá:
“Apártense de mí,
malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles” (Mateo 25:41).
El día del juicio no es un día lleno de temor para el
cristiano, ya que seremos recompensados y no condenados (Romanos 8:1;
Marcos 9:41; Lucas 6:35).
El “cielo” es el nombre que los
cristianos usan para describir el estado de eterna gloria que Dios un
día les dará a sus hijos. El cielo es tan maravilloso y
la limitación del lenguaje y pensamiento del ser humano son tan
grandes que la Biblia frecuentemente usa un lenguaje simbólico y
figurativo para describir el cielo (Apocalipsis 21:1-22:5). El cielo
es muy maravilloso porque es el lugar donde estaremos con Cristo y Dios
para siempre (Juan 14:1-3; Filipenses 1:23; 1 Tesalonicenses 4:16-17).
Es como estar en una gran fiesta o banquete (Mateo 22:1-14;
Apocalipsis 19:9). El apóstol Juan vió esta
visión del cielo:
Oí una potente voz que provenía del
trono y decía: “¡Aquí, entre los seres
humanos, está la morada de Dios! Él acampará en
medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará
con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda
lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni
lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de
existir.”
Luego el ángel me mostró un río
de agua de vida, claro como el cristal, que salía del trono de Dios
y del Cordero, y corría por el centro de la calle principal de la
cuidad. A cada lado del río estaba el árbol de la vida,
que produce doce cosechas al año, una por mes; y las hojas del
árbol son para la salud de las naciones. Ya no habrá
maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la
ciudad. Sus siervos lo adorarán; lo verán cara a cara,
y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá noche;
no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el
Señor Dios los alumbrará. Y reinarán por los
siglos de los siglos (Apocalipsis 21:3,4; 22:1-5).
El “infierno” es el nombre que los
cristianos usan para describir el estado de eterna condenación para
los que no son fieles a Cristo. La palabra “infierno”
originalmente se usaba con referencia a un basurero afuera de la ciudad de
Jerusalén. Era un lugar donde la basura era quemada
constantemente. Era un lugar donde siempre había humo, fuego,
suciedad, y corrupción. Es una gráfica
ilustración para recordarnos que el infierno es un lugar donde nadie
desea ir. Las descripciones bíblicas del infierno
frecuentemente son figurativas o metafóricas, como también
son las del cielo. El infierno es un lugar de tinieblas, porque
significa la separación de Dios (Mateo 25:30; 2 Pedro 2:4; Judas
13). Es también un lugar de humo y fuego (Mateo 13:42; 25:41;
Marcos 9:48; Apocalipsis 20:10-15) y de dolor (Mateo 25:30; Apocalipsis 14:
11). Una vez que la persona es condenada al infierno, no hay salida.
La pérdida es permanente y allí no hay esperanza (Mateo
25:10,46; Apocalipsis 14:11). Así que no es difícil ver
por que Jesús nos advierte acerca del infierno (Lucas 12:4,5; 13:28;
Mateo 5:29,30; 10:28).
Tenga cuidado con las doctrinas sobre el premilenio
o dispensación. Los que proponen estas doctrinas son los que
frecuentemente ponen fechas a la venida de Cristo y al fin del mundo.
Hablan de un “arrebato” y un reino de Cristo por mil
años en la tierra, pero no habrá ningún arrebato
secreto cuando de repente desaparezcan los santos. Ni tampoco
habrá un retorno de Cristo para reinar mil años. Cuando
Cristo retorne, todos seremos resucitados y el día del juicio y la
eternidad sucederá inmediatamente en vez de un reino de Cristo en el
mundo (Juan 5:28,29; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Hebreos 9:28; Apocalipsis 1:
7; 1 Corintios 15:23,24).
Los premilenialistas cometen dos errores claves en
la interpretación de la Biblia. En primer lugar, ellos piensan
que el reino de Dios y el reinado de Jesús son un reino materialista
en este mundo. Pero el reino y reinado de Jesús ya existen hoy
como un reino espiritual (Juan 18:36; Romanos 14:17). Jesús ya
es Rey de reyes y el reino de Dios ya existe (Mateo 3:2; 11:12; 12:26-28;
Marcos 9:1; Lucas 1:32,33; 16:16; Hechos 2:29-33; 7:56; Efesios 1:20;
Colosenses 1:13; Hebreos 2:9; 12:28; Apocalipsis 1:6,9; 11:15). En
segundo lugar, ellos toman muchos pasajes de la Biblia que ya se cumplieron
y dicen que estos hechos se cumplirán en Palestina en nuestra
época. Muchos de los pasajes a los que ellos se refieren ya
fueron cumplidos ya sea en el retorno de Israel de la cautividad
Babilónica o en la destrucción de Jerusalén por los
Romanos en el año 70 del primer siglo (Mateo 24:1-28; Marcos 13:
1-23; Lucas 21:5-36). Ellos usualmente dicen que el libro de
Apocalipsis en la Biblia profetiza hechos que todavía no han
acontecido, sin embargo, la mayor parte de estos hechos ya fueron
consumados. El tema principal de Apocalipsis es la persecución
de la iglesia primitiva por el imperio Romano (Apocalipsis 17:1-2, 15-18),
esta persecución sucedió porque los cristianos no adoraban al
emperador Romano (Apocalipsis 1:9; 2:10,13; 6:9-11; 7:9,13,14; 9:20,21; 12:
17; 13:5,6, 15-17; 14:9-13; 16:2,5,6; 17:6; 18:24; 19:2,20; 20:4).
La Trinidad
El término “trinidad” no se usa
en la Biblia, pero los cristianos la usan para describir su
comprensión de la doctrina de Dios. Los cristianos son
monoteístas, o sea que ellos creen que hay un solo y verdadero Dios.
Hay gente en el mundo que son politeístas y ellos creen que
hay varios, miles y hasta millones de dioses. Pero los cristianos y
también los judíos, creen en un solo Dios (Deuteronomio 6:4;
Marcos 12:29; 1 Corintios 8:4; Santiago 2:19). Conocemos a este solo
Dios en tres maneras, como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
Hay diferencia entre los tres; sin embargo, hay unidad entre los
tres. Ya hemos estudiado que Jesucristo es Dios, es decir, deidad o
divino (Juan 1:1; 20:28; Filipenses 2:6; vea las páginas 6-9 de ese
tema). Ya que él es Dios, es digno de nuestra adoración
(Apocalipsis 5:1-14). Note que lo mismo es verdad del Padre y del
Espíritu Santo.
El Padre es Dios, es decir, deidad o divino (1
Corintios 8:6; Gálatas 1:1; Efesios 4:6; 1 Pedro 1:2; Juan 6:27).
Frecuentemente en la Biblia cuando el término
“Dios” es usado sin ninguna otra definición, se trata de
Dios el Padre. Dios es grande en su ser y carácter.
Estas son algunas de las características de Dios el Padre.
El es autodependiente (Isaías 40:13,14; Salmos 50:12; Hechos
17:25), es eterno (Salmos 90:2-4; Deuteronomio 32:40; Santiago 1:17), es un
ser espiritual (Juan 4:24; Deuteronomio 4:15; Hechos 17:29), es omnipotente
(Isaías 14:27; Salmos 2:4), es omnisciente (Salmos 147:5), y es
omnipresente (Jeremías 23:23,24; Salmos 139:7-12). Dios el
Padre es amor (1 Juan 4:8; Salmos 118:1-29; Romanos 8:35-39), es santo
(Isaías 6:3-5; Salmos 99:9; Apocalipsis 15:4), es misericordioso
(Deuteronomio 4:31; Salmos 145:8), y es virtuoso o justo (Isaías 5:
16; Salmos 11:7). Dios es grande, majestuoso, impresionante, y muy
digno de nuestra adoración y devoción (Apocalipsis 4:1-11;
Mateo 4:10; Lucas 4:8; Deuteronomio 6:13).
El Espíritu Santo también es Dios, es
decir, deidad o divino. Lea en Hechos 5:3-4, allí
Ananías mintió al “Espíritu
Santo” y mintió a “Dios” (cp.
1 Corintios 3:16-17; 6:19-20). Esto es porque el
Espíritu Santo es Dios. El Espíritu Santo es poseedor
de los atributos de Dios (Romanos 8:2; Juan 16:13; Hebreos 9:14; Salmos 139:
7), hace obras que solo Dios puede hacer (Génesis 1:2; Salmos 104:
30; Juan 3:8; 16:8; Romanos 8:11; 2 Pedro 1:21), es igual a Dios (Mateo 28:
19; 2 Corintios 13:13), y recibe honra y adoración que corresponde
solo a Dios (1 Corintios 3:16). No considere al Espíritu Santo
como una “cosa” o un “objeto” como si fuera una
fuerza impersonal. El Espíritu Santo es una persona y se le
puede mentir y afligir (Hechos 5:3-4; Efesios 4:30). El
Espíritu Santo mora en los cristianos para santificarlos y
fortalecerlos (Hechos 2:38; 5:32; Romanos 8:9-16, 26; 1 Corintios 3:16,17;
6:11, 19,20; 12:13; 2 Corintios 1:22; 5:5; Gálatas 4:6; Efesios 1:
13; 3:14-16; Tito 3:5; 1 Juan 4:13; Judas 19). El Espíritu
Santo da testimonio de Jesucristo e intercede por nosotros (Romanos 8:
26-27).
Así que, el Padre, el Hijo, y el
Espíritu Santo son Dios, igual el uno que otro, y unidos como uno
solo (Juan 10:30; 15:26; Mateo 28:19; 1 Pedro 1:2; 1 Corintios 12:4-6).
Note cómo Pablo los considera juntos: “Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y
la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes” (2 Corintios 13:14). La doctrina de la trinidad
excluye los extremos del unitarismo. Los cristianos no son unitarios,
o sea, ellos no creen que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son
todos iguales sin haber ninguna diferencia entre ellos. Por otro
lado, ellos no creen que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son
tres diferentes Dioses. ¿Habrá lugar entre estos dos
extremos para un Dios que es uno y al mismo tiempo tres? Como
criaturas limitadas que obran dentro de los limites de la razón
humana, no podemos pretender comprender a Dios por completo. Dios es
infinito. Comprender a Dios completamente esta más allá
de nuestra habilidad. Persiste un elemento misterioso en la doctrina
de la trinidad, aún después de que los grandes eruditos del
mundo han tratado de comprender esta doctrina por los últimos dos
mil años. Lo que sí podemos decir con toda confianza es
que conocemos a este solo Dios en tres maneras como Dios el Padre, el Hijo,
y el Espíritu Santo.
El Espíritu y Los Milagros
Dios obró muchos milagros en las
épocas bíblicas a través de sus siervos por el poder
del Espíritu Santo. El propósito principal de los
milagros fue la confirmación de la palabra de Dios (Mateo 9:4,5; 12:
28,29; Marcos 2:10,11; 16:17-20; Lucas 5:24; Juan 21:24,25; Hechos 2:32,33;
2 Corintios 12:12). Con referencia a la gran salvación que
Dios ofrece al ser humano, el escritor de la epístola a los Hebreos
dijo: “Esta salvación fue
anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la
confirmaron. A la vez, Dios ratificó su testimonio acerca de
ella con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos
por el Espíritu Santo según su voluntad” (Hebreos 2:3,4). Cuando ya la revelación de
Dios en Cristo fue completamente dada a conocer, las obras milagrosas
cumplieron su propósito principal. Durante el primer siglo un
descenso de las obras milagrosas es aparente, y ya para el segundo siglo no
se obraban los milagros.
Las afirmaciones de obras milagrosas en nuestra
época, por cristianos y no-cristianos, son débiles en
comparación a los milagros genuinos del Nuevo Testamento. En
ocasiones las declaraciones de milagros hoy día son solamente un
alivio psicosomático. En otras ocasiones son simplemente
ocurrencias extrañas en vez de supernaturales. Otras
declaraciones de milagros de hoy día pueden ser explicados
fácilmente como ocurrencias naturales. Por ejemplo, la
declaración moderna de hablar en lenguas no está relacionada
con los dones de hablar en lenguas en el Nuevo Testamento. En el
Nuevo Testamento el hablar en lenguas era hablar un idioma o lengua
extraña que jamás se había estudiado (Hechos 2:6,8).
El hablar en lenguas de hoy día es solamente un balbuceo
infantil, que los lingüistas dicen que no son una verdadera lengua o
idioma, los psicólogos dicen que se puede explicar por rasgos
personales a menudo característicos de los carismáticos.
Muchos de las declaraciones de obras milagrosas de hoy día son
el resultado de fraude y trampería por artistas inescrupulosos.
Ellos se aprovechan en la ingenuidad o ignorancia de la gente o en la
esperanza desesperada de un lisiado o en una persona enferma.
Numerosas investigaciones hechas por científicos imparciales
no han descubierto obreros verdaderos. Sin embargo, muchos obreros
falsos han sido desenmascarados. Ninguna persona en nuestros
días tiene el poder de obrar milagros, sanar los enfermos, hablar en
lenguas, o de resucitar los muertos.
El diseño de Dios no era una
continuación de los milagros a través de las épocas.
Los milagros eran para confirmar la palabra de Dios e iniciar su plan
de redención. Cuando ya esto fue logrado, Dios no quiso que la
gente dependiera de una muleta para creer. El desea que “vivamos por fe, no por vista” (2 Corintios 5:7). Una vez que ya la iglesia tuvo el
mensaje confirmado y un registro permanente del mensaje que fue escrito, o
sea las escrituras del Nuevo Testamento, Dios permitió la
disminución de los milagros y por fin que cesaran por completo.
Este proceso permitió que la iglesia fuera entera, completa, y
madura, comportándose como un adulto maduro andando por fe, en vez
de como un niño necesitado de pruebas en forma de milagros.
Pablo se refiere a esto como la venida de lo “completo” o lo “perfecto” (1
Corintios 13:8-13; cp. Efesios 4:11-16). Pedir o desear milagros en
nuestra época es retornar a un estado infantil (Mateo 12:38-39; 1
Corintios 13:11). Aún cuando los milagros estaban presentes en
la iglesia primitiva, Pablo notó su menor importancia enfatizando el
más grande significado del amor en nuestras vidas (1 Corintios 12:
29-13:13). Lo que perduraría a través de toda la
época cristiana sería la fe, la esperanza y el amor, como
Pablo lo dice en este pasaje: “Ahora,
pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor.
Pero la más excelente de ellas es el amor” (1 Corintios 13:13; cp. Mateo 22:36-40).
Las Sagradas Escrituras
El Antiguo y Nuevo Testamento son los documentos que
componen la Biblia y son considerados autoridad por los cristianos.
Son la autoridad superior en cualquier cuestión religiosa.
La Biblia nos revela la voluntad de Dios y registra cómo Dios
ha obrado en la historia para la salvación del ser humano (Salmos
119:105). Los autores fueron ayudados en sus composiciones por el
Espíritu Santo, así que, la Biblia no es un libro ordinario.
Es inspirado, o sea, está vivo con el Espíritu Santo y
nos puede guiar a la vida eterna (Hebreos 4:12). El origen de las
escrituras es Dios mismo. Las Escrituras no son simplemente la
opinión o la interpretación de los autores (2 Pedro 1:20,21).
Pablo dijo: “Toda la Escritura
es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender,
para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de
Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16,17). Otros libros se pueden estudiar
ya sea para nuestra ganancia o pérdida. Sin embargo, el
estudiar, creer, y obedecer la Biblia es para nuestra salvación
(Santiago 1:21; 2 Timoteo 3:15; 1 Pedro 1:22-25; Juan 20:30,31).
La Biblia es una colección de sesenta y seis
diferentes escrituras de variadas dimensiones escritas por más de
cuarenta autores en un espacio de más de 1,500 años. La
Biblia está dividida en dos partes principales, el Antiguo
Testamento y el Nuevo Testamento. Las Escrituras del Antiguo
Testamento fueron escritas en la dispensación Mosaica. Son
instrucciones para los Judíos en cuanto a la vida y la
adoración. Es historia, poesías, cantos de
adoración, dichos sabios, y profecías. Los cristianos
creen que las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos son la
revelación inspirada de la voluntad de Dios (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro
1:21; Juan 10:35), pero no seguimos todos los mandamientos del Antiguo
Testamento. Estos mandamientos fueron para los Judíos en la
dispensación Mosaica (Deuteronomio 5:1,2; Ezequiel 20:10-12).
Jesús introdujo una nueva era (Mateo 5:17; Colosenses 2:14;
Efesios 2:15; Romanos 6:14; 7:4; 10:4). El Antiguo Testamento fue un
preparatorio para el Nuevo Testamento, y los cristianos hoy viven bajo el
nuevo pacto (Gálatas 3:23-26; Hebreos 7:12; 8:1-13; 10:1-10;
Colosenses 2:14). Por ejemplo, los cristianos no ofrecen sacrificios
de animales, porque Cristo es nuestro sacrificio una vez por todas.
Aunque los cristianos no viven bajo la ley de
Moisés hay muchas razones para estudiar el Antiguo Testamento.
La iglesia primitiva predicó, citó, y estudió
del Antiguo Testamento (Hechos 2:14-36; 8:31-35; 17:2,3,11; 18:28; 28:23).
Pablo afirmó la utilidad y beneficio del Antiguo Testamento
para los cristianos (1 Corintios 10:11; Romanos 15:4). Muchos
principios tienen su origen en el Antiguo Testamento. En las vidas de
personajes del Antiguo Testamento, buenas y malas características
son ejemplificadas. Es un registro histórico importante.
El Antiguo Testamento explica muchas cosas del Nuevo Testamento, y
atestigua de Jesucristo. Lea los libros del Antiguo Testamento para
aprender las grandes verdades del carácter de Dios y para saber
cómo vivir una vida buena y moral. Pero asegúrese de no
seguir los mandamientos religiosos del Antiguo Testamento que eran para los
Judíos (Gálatas 5:4).
Las Escrituras del Nuevo Testamento son
indispensables, porque ellas nos narran la historia de la vida de
Jesús y de la iglesia primitiva. El significado de la
revelación de Dios en Jesucristo es explicado en las Escrituras del
Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento hay documentos que
están en una posición histórica singular, porque
fueron escritos por testigos personales de la vida milagros, muerte, y
resurrección de Jesucristo. Muchos de los libros del Nuevo
Testamento fueron escritos por los apóstoles de Jesús,
escogidos por él personalmente (Romanos 1:1; Gálatas 1:1; 1
Pedro 1:1; 2 Pedro 1:1). Cuando lea la Biblia se recomienda que
primero lea los cuatro Evangelios y después el resto del Nuevo
Testamento antes de leer el Antiguo Testamento.
Resumen de Libros Bíblicos
Escrituras del Antiguo Testamento
Génesis:
Historia del comienzo del mundo, la raza humana y las tempranas relaciones
entre Dios y la humanidad a lo largo de la Era Patriarcal. Los cinco
primeros libros del Antiguo Testamento se llaman el Pentateuco.
Exodo: La
liberación de los Israelitas de la esclavitud egipcia.
Levítico:
Las leyes ceremoniales, rituales y morales de Israel.
Números: Un
registro de la peregrinación de Israel por el desierto.
Deuteronomio: La
ley del pacto entre Dios e Israel.
Josué: La
conquista y división de la tierra prometida entre las tribus de
Israel.
Jueces: La historia
de Israel antes de la monarquía.
Rut: La historia de
la bisabuela del rey David.
1 Samuel: La vida
de Samuel, Saúl y David.
2 Samuel:
Más sobre la vida de David, el segundo rey de Israel.
1 Reyes: La vida de
Salomón y otros reyes de Israel y parte de la vida del profeta
Elías.
2 Reyes:
Elías y Eliseo y la historia de los reinos de Israel y Judá
hasta el cautiverio Babilónico.
1 Crónicas:
La genealogía de David y nueva narración de su reinado.
2 Crónicas:
Nueva narración del reinado de Salomón y otros reyes hasta la
destrucción de Jerusalén por Babilonia.
Esdras: El retorno
de Israel desde Babilonia, y la reedificación del templo, y la obra
de Esdras.
Nehemías: La
reedificación de los muros de Jerusalén bajo el liderazgo de
Nehemías.
Ester: La
salvación de los Judíos por Ester en el período
Pérsico.
Job: Una
discusión dramática de la justicia de Dios cuando se permite
el sufrimiento de un justo.
Salmos: Una
colección de cantos y oraciones de los Israelitas.
Proverbios: Una
colección de proverbios sabios, muchos de ellos por Salomón.
Eclesiastés:
Un debate sobre el significado y propósito de la vida.
Cantares: Un poema
sobre el amor.
Isaías:
Oráculos proféticos sobre el reino soberano de Dios y la
esperanza mesiánica. Este y los siguintes libros son
escrituras proféticas.
Jeremías:
Proclamaciones proféticas, especialmente sobre la caída de
Judá bajo Babilonia.
Lamentaciones: Un
lamento sobre la caída de Jerusalén bajo Babilonia.
Ezequiel:
Profecías desde Babilonia sobre la caída de Judá bajo
Babilonia y su eventual restauración.
Daniel:
Acontecimientos en Babilonia durante el cautiverio de Israel y una
afirmación del control soberano de Dios sobre la historia.
Oseas: La
infidelidad de Israel y el amor de Dios, en parte narrados en el matrimonio
de Oseas con Gomer.
Joel: Una llamada
al arrepentimiento después de una plaga de langosta.
Amós: Un
llamado a la justicia social en Israel.
Abdías: Edom
es condenado por regocijarse sobre la desgracia de Israel.
Jonás: Un
profeta reacio que predicó a la cuidad de Nínive.
Miqueas:
Acusación sobre la injusticia y el ritualismo vano y una
explicación sobre la verdadera religión.
Nahúm: Una
declaración de la soberanía de Dios manifestada en su juicio
sobre Nínive.
Habacuc: La fe en
Dios es desafiada por la opresión de los pobres y la prosperidad de
los injustos.
Sofonías: El
juicio de Dios sobre el pecado de Judá y otras naciones.
Hageo:
Exhortación a los Judíos a reedificar el templo.
Zacarías: La
reedificación del templo y la esperanza Mesiánica.
Malaquías:
Exhortación para que Israel se arrepienta de sus pecados.
Escrituras del Nuevo Testamento
Mateo: El primero
de los cuatro Evangelios el cual narra la vida y enseñanza de
Jesús.
Marcos: El
más breve de los cuatro Evangelios que recalca más las
acciones que las enseñanzas de Jesús.
Lucas: El Evangelio
que nos muestra el amor universal de Jesús para toda clase de gente.
Juan: El
último Evangelio que fue escrito y diseñado para llevar a sus
lectores a la fe en Jesús.
Hechos: La historia
de la iglesia primitiva que recalca la obra de los apóstoles Pedro y
Pablo.
Romanos: Una de las
trece epístolas de Pablo que da un bosquejo del plan de Dios para la
salvación en Jesucristo.
1 Corintios: Un
intento de corregir los problemas en la iglesia de Corinto.
2 Corintios: La
defensa de Pablo de sí mismo y de su apostolado.
Gálatas: Una
defensa de la justificación por la fe en vez de imponer ritos judios
sobre la iglesia.
Efesios: Una
explicación del eterno propósito de Dios en Cristo y la
iglesia.
Filipenses: El gozo
del Evangelio y la gratitud de Pablo.
Colosenses: Una
herejía primitiva es refutada por la preeminencia y suficiencia de
Cristo.
1 Tesalonicenses:
La segunda venida de Cristo, la vida en la iglesia, y el ministerio de
Pablo.
2 Tesalonicenses:
Una exhortación a seguir trabajando hasta el retorno de Cristo.
1 Timoteo: Una
epístola de estímulo a un predicador joven confrontado con
dificultades y falsos maestros.
2 Timoteo: Otra
epístola de estímulo a Timoteo poco antes de la muerte de
Pablo.
Tito:
Dirección y guía para otro predicador joven.
Filemón: Un
intento de reconciliación entre un esclavo fugitivo recientemente
convertido y su Señor.
Hebreos: La
superioridad de Cristo como sumo sacerdote y del evangelio sobre el sistema
del Antiguo Testamento.
Santiago:
Instrucciones prácticas para la vida cristiana cotidiana.
1 Pedro: Viviendo
vidas santas ante una creciente persecución.
2 Pedro: Un
problema con falsos maestros en la iglesia.
1 Juan: Confianza
para la iglesia frente a la falsa enseñanza del gnosticismo.
2 Juan: La
importancia de amar a los fieles y al mismo tiempo oponerse a los falsos
maestros.
3 Juan: Una
epístola personal de agradecimiento.
Judas: Una
advertencia contra los falsos maestros.
Apocalipsis: Una
condenación figurativa del imperio Romano por la persecución
de la iglesia primitiva y una profecía de la caída de Roma y
del fin del mundo.
Conclusión
¿Qué es el cristianismo?
Después de haber tratado una variedad de temas, esperamos que
la respuesta esté clara. El cristianismo es la creencia de que
Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, es el Cristo y es el
Señor. Es también la convicción de que la
más alta revelación del amor y la voluntad de Dios se
encuentran en él. Ser un cristiano es “conocer a
Cristo” y ser “como él” hasta que “Cristo
sea formado en ustedes” y “viva” en ustedes (Filipenses 3:
10;; Gálatas 2:20; 4:19; cp. Efesios 4:13). El cristiano es
uno que vive “por la fe en el Hijo de
Dios” (Gálatas 2:20).
Conocer a Cristo es tan importante que todo lo demás en este
mundo en comparación es basura (Filipenses 1:21; 3:7-9), porque
Cristo es la única esperanza de salvación para la humanidad
(Hechos 4:12; Juan 14:6).
El autor de Hebreos hace un buen resumen de la
significación de Jesucristo:
Dios, que muchas veces y de varias maneras
habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los
profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo.
A éste lo designó heredero de todo, y por medio de
él hizo el universo. El Hijo es el resplandor de la gloria de
Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las
cosas con su palabra poderosa. Después de llevar a cabo la
purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la
Majestad en las alturas (Hebreos 1:1-3).
El apóstol Pablo también hace otro
buen resumen de quién es Cristo:
Él es la imagen del Dios invisible, el
primogénito de toda creación, porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e
invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha
sido creado por medio de él y para él. Él es
anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo
coherente. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia.
Él es el principio, el primogénito de la
resurrección, para ser en todo el primero. Porque a Dios le
agradó habitar en él con toda su plenitud y, por medio de
él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están
en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz
mediante la sangre que derramó en la cruz (Colosenses 1:15-20).
La pequeña palabra griega dia normalmente es traducida con
la palabra “por” o “por medio de”.
Frecuentemente se usa como agente, es decir, como algo o alguien que
está entre lograr y no-lograr un objeto o meta. Note en los
siguientes pasajes cómo es que la gracia, la verdad, la
salvación, la vida, el perdón, la paz, la
justificación, la justicia, la victoria sobre la muerte, y la
reconciliación se obtienen “por medio de” Jesucristo
(Juan 1:17; 3:17; 10:9; 14:6; Hechos 10:43; 13:38; 15:11; Romanos 1:5; 5:
1,2,9,17,18,19,21; 8:37; 1 Corintios 15:27; 2 Corintios 3:4; 5:18; Efesios
1:5; 2:18; Filipenses 1:11; Colosenses 1:20; 1 Tesalonicenses 5:9; Hebreos
7:25; 1 Juan 4:9).
La importancia de Jesús se ve en los muchos
nombres, títulos, y términos descriptivos que se le dan a
él en la Biblia, incluyendo el de Cristo (Mateo 16:16), Dios (Juan 1:
1; 20:28), Hijo de Dios (Juan 3:16; 20:31; Romanos 1:3), Emanuel (Mateo 1:
23), el cordero de Dios (Juan 1:29), la luz del mundo (Juan 9:5), el
salvador (Lucas 2:11; Juan 4:42), el verbo (Juan 1:1,14), el Alfa y la
Omega (Apocalipsis 21:6), el buen pastor (Juan 10:11), el Rey de los
judíos (Mateo 27:37), el Señor (Hechos 2:36), Rey de reyes y
Señor de señores (Apocalipsis 19:16), el Señor de
gloria (1 Corintios 2:8), el Santo de Dios (Marcos 1:24), la principal
piedra del ángulo (Efesios 2:20), el fundamento (1 Corintios 3:11),
Príncipe de los pastores (1 Pedro 5:4), y el Hijo amado (Lucas 3:22;
9:35).
Es por todas estas razones que hacemos una
súplica al lector que crea en Jesucristo y rinda obediencia a su
voluntad. Usted tiene todo por ganar y nada que perder. En una
ocasión mucha gente dejó de seguir a Jesús.
Jesús se volvió a los discipulos que se quedaron y les
preguntó: “¿También
ustedes quieren marcharse?” Le
respondió Simón Pedro: “¿Señor,
a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo
de Dios” (Juan 6:66-69).
¿Por qué fue este libro escrito? Usando las
palabras del apóstol Juan: “Pero
éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan
vida” (Juan 20:30,31).
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